lunes, 27 de enero de 2014

Regreso a la casa del desierto



- El otro día te hablé sobre cómo escapé de la casa del desierto. Hoy te voy a contar como volví a entrar.

 “Llegué a la nave y llamé para pedir ayuda. Claro que las autoridades me exigían que vaya al planeta habitado más cercano y explicara ahí lo sucedido.
- Usted se encuentra en un planeta desierto con una atmósfera altamente tóxica- me decía la joven en la holollamada-. Es muy probable que estos fenómenos sobrenaturales sean simplemente una alucina…
 Corté indignado. Después llamé al tío Norberto y le expliqué lo que estaba a punto de hacer. Me dijo que iría para allá de inmediato, que lo esperara. Pero yo lo había llamado solo para informarlo en caso de que no volviera a salir… no podía esperar todo el tiempo del viaje de tu tío.
 Volví a la casa. No contaba más que con mi propia suerte. Para colmo, la única forma de entrar en la casa era por la puerta principal, lo que eliminaba el elemento sorpresa. Por esa razón, para desorientar al secuestrador, decidí aparentar confianza. Quizá él creyera que tenía algún arma o protección contra su poder.
-¡Te exijo que liberes a todos los prisioneros inmediatamente!- grité. Mi única respuesta fueron el silencio y la oscuridad.
 De repente, mil agujas se clavaron en mi cabeza. El dolor invadió todo mi ser. Mientras me revolvía en el suelo, pude ver al secuestrador saliendo de las sombras. Su ojo, mirándome fijo a través de un monóculo, perforaba los míos. El cuarto, ahora gigante a mi alrededor, se oscureció cuando el secuestrador me tomó entre sus manos.
 Me dejó suavemente dentro de una especie de caja. Podía sentir gente a mi alrededor, y supuse que estaba junto a los otros prisioneros. Mientras mis ojos se adaptaban a la oscuridad, pude hablar con uno de ellos que se presentó como su líder.
- Todos los días nos disfrazamos y luchamos para entretenerlo. El resto del tiempo, somos libres de hacer lo que queramos dentro de la caja. Vas a ver que no es tan malo, mientras no hagas enojar al Amo.
- ¡Tenemos que escapar!- respondí casi en un grito.- Seguramente alguien afuera nos puede volver a la normalidad. Pero hay que salir de acá.
 Los prisioneros parecieron inquietarse ante mis palabras. Algunos directamente gritaban cosas en mi contra. El líder volvió a hablarme.
- Tranquilizate, con esa actitud no vas a llegar a nada. Todos nos sentimos así al principio. El Amo es demasiado grande y fuerte para ser derrotado. Las únicas armas que tenemos son las que él mismo nos da para luchar entre nosotros. Y nos vigila constantemente. Vive para nosotros. Y cuando quiere, es generoso con los que juegan para él.
 No podía ser cierto. Los prisioneros defendían a su secuestrador. Aunque yo sabía que ellos no estaban del todo derrotados: unas horas atrás habían intervenido a mi favor.
 Esperé a que todos se durmieran. No sé cuantas horas pasaron, pero fueron muchas. Recorrí el lugar buscando una abertura. Si no recordaba mal, la caja era una especie de teatro en miniatura.
- Así que querés salir- la enorme voz del secuestrador hizo vibrar todo a mi alrededor. Yo no había notado que la caja no tenía techo, que estaba siendo observado. Me levantó por los aires y me dejó sobre una mesa. A mi alrededor, pude ver cientos de cajas como la que me había contenido, apiladas por doquier. ¿Cuántos prisioneros tendría?
 Una campanada sonó a lo lejos. El secuestrador se fue a recibir al nuevo visitante. Grité con todas mis fuerzas, deseando que mi voz llegue a todas las cajas.
- ¡El Amo está distraído! ¡Es nuestra oportunidad! ¡Hay una nave esperándonos!       
 Nada sucedió. No tenía manera de saber, tampoco, qué sucedía en el otro cuarto. Momentos después una caja, una sola entre todas las que había, comenzó a agitarse. Se abrió, y cientos de personitas salieron corriendo.
 Después otra, y otra, hasta que una a una todas las cajas se agitaron para luego ser rotas desde adentro.
 Corrimos muchísimo, más de lo que pensé que iba a correr jamás. Cada pequeño escalón o imperfección en el suelo, era para nosotros un enorme obstáculo. Pero llegamos a donde estaba el tío Norberto. Y llegamos en el momento justo: él y dos amigos nuestros de la luna se debatían en el suelo mientras sus cuerpos se encogían. Pero la ola de prisioneros fue demasiado para el secuestrador. Algunos pocos lo atacaban, aunque era imposible que le hicieran daño. Lo que lo desesperaba realmente era ver derrumbado el mundo que había creado para su diversión.  
 El secuestrador se tiró al suelo, intentando levantarnos a todos. Fue su perdición. Las personitas se lanzaron en su contra y atacaron sus ojos, sin los cuales no podía hacer más daño.
Ciego y derrotado, no nos distrajimos más tiempo con él. Norberto y los otros nos ayudaron a llegar a la nave llevándonos a todos en una camilla. Y así derrotamos al Amo, dejándolo solo y sin poder.”

-Te falta contar algo… ¿no?- dijo Hernán con una sonrisa.
- Sí, claro. Pero es menos impresionante. A medida que pasaron los minutos y nos alejamos en la nave, fuimos volviendo a nuestro tamaño natural. Fue un proceso lento, que en mi caso duró más de un año. Es más, ¿no me notás un milímetro más alto que ayer?

2 comentarios:

  1. Este cuento es continuación de este otro: http://sueñosfuturos.blogspot.com.ar/2014/01/la-casa-del-desierto.html

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  2. Bueno, un milímetro puede parecer muy poco, pero también te puede salvar la vida...

    Saludos

    J.

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