lunes, 17 de diciembre de 2018

Mapa Espacial

¡Mapa Espacial se suma a nuestras publicaciones! Se trata de una compilación de cuatro cuentos ilustrados, que pueden también leer acá mismo en nuestro blog. La ilustración de tapa es obra de nuestro amigo Andrés Lozano.


viernes, 21 de septiembre de 2018

Quinto aniversario


-Entonces cada noche el padre le contaba una historia a su hijo antes de ir a dormir.  Algunas era cosas ciertas, recuerdos, anécdotas; otras no tanto y tenían partes reales y partes exageradas; pero había otras, quizás las mejores, que eran totalmente inventadas. Había historias para todos los gustos, anécdotas graciosas y cómicas, historias de aventuras, cuentos de terror y otras de esas que dejan pensando. Cada noche una nueva aventura, otro momento único entre padre e hijo. Cada semana es un nuevo cuento, una nueva historia.-
-¡Waw! dijo Hernán sorprendido.
-¿Te gusta ese programa, lo podemos ver si querés?- Le respondió Rodrigo.
-Mmmm, no dejá, prefiero las historias que me contás vos.-
Padre e hijo se abrazaron. Hernán se acostó y se preparó para que Rodrigo le cuente una nueva historia antes de ir a dormir.

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Hoy Sueños Futuros cumple 5 años, y lo celebramos con este breve texto de Ale Emmerich que rememora nuestra primera temporada. Gracias por acompañarnos en tantas aventuras!

miércoles, 1 de agosto de 2018

Los búhos - Escritor invitado: Marcelo Di Stasio Ilustradora invitada: Marina Grenier

Galaxia: Antante
Planeta: Soidem (2.121.138/1) (1.4M)
Objeto: Nota manuscrita

   La segunda imprenta fue vista como la más grande esperanza contra la desigualdad. La corporación Aethan logró comprimir cantidades masivas de texto en unidades de lectura interiorizada —abreviadas como uli— que el cerebro podía procesar y apropiarse. Su irrupción en el mercado soidemiano desplazó a los hololibros y se caracterizó por una pronta jerarquización: los llamados “altos conocimientos” eran verídicos, comprobables y funcionales, siendo Aethan su principal respaldo. Por otro lado, los “conocimientos bajos” pertenecían a géneros novelescos, manuales y lenguas muertas. Cuando la brecha económica que permitía el acceso a los ulis de alto nivel se hizo evidente, se creó entonces un ULI Básico que daba la posibilidad a los menos afortunados de adquirir la suficiente información como para vivir en sociedad con algo de entendimiento técnico.
   Tres años después aparecieron Los Búhos: un grupo subversivo comandado por Prometh, quien acusaba al fundador de Aethan de haber adulterado los textos originales con fines económicos. Cientos de búhos salieron a las calles enmascarados repartiendo ulis de alto conocimiento robados para que todos pudieran comprobarlo. Se encontraron así líneas omitidas, palabras cambiadas y finales distintos en millones de obras. Aethan se defendió acusándolos de haber tergiversado los ulis con fines anarquistas.
   Las tropas del orden compradas por Aethan comenzaron una caza de búhos donde eran detenidos, encarcelados o desaparecidos. Las canciones revolucionarias y el arte callejero se enfrentaron a diario con las fuerzas que buscaban contenerlos, pero el uso estúpido de la violencia solo alimentaba más a los búhos, que crecían en partidarios como una mancha negra expandiéndose en la sociedad. Todo concluyó con la captura y exposición de Prometh: era hijo del fundador de Aethan, siempre tuvo acceso a la producción, distribución y redacción de ulis avalados por la corporación. 
   Antes de ser juzgado por el Consejo Interestelar, su holograma temblando conmovió a la galaxia. La revolución que había empezado en Soidem tenía la cara pálida, cansada. Los dedos flacos tamborileaban sobre una mesa mientras ordenaba, casi sin voz, la rápida disolución de los búhos restantes. Lo que los poseedores de altos conocimientos interpretaron como cobardía y patetismo, escondía el último golpe de Prometh. Había transmitido, en vivo, coordenadas a un sinfín de poseedores de ulis de bajo conocimiento a través de una lengua muerta: el morse. 
   Dos meses después, los encontré. Miles de personas con máscaras de búhos colgando en su cuello se escondían entre ruinas y cuevas en un desierto. Debajo había túneles interconectados que conducían a una ciudad subterránea con la más inmensa fortaleza de conocimiento que se haya construido en la galaxia, kilómetros y kilómetros de ladrillos de colores que envolvían los textos originales. Los búhos tenemos nuevas alas.

domingo, 1 de julio de 2018

Jáquimas - Escritor invitado: Freddy Rasmussen - Ilustrador invitado: Sacha Bebchuk


Ubicación: Planeta Tierra
Sistema solar: Sol (7900 pársec del centro de la galaxia)
Galaxia: Vía láctea, supercúmulo de Virgo


—Tendríamos que haberlos colonizado cuando tuvimos la oportunidad— dijo uno de los ceturianos tomándose de las extremidades que colgaban de su sien. El resto de la mesa sonrió.
Avelino, todavía con el dedo en el aire siguió la acusación: —Se están robando las jáquimas y yo sé que son ustedes. Ya los voy a agarrar.
—Me gustaría verlo— murmuró otro de los ceturianos por lo bajo y sin el traductor encendido, lo que en realidad se escuchó así: —Qklaksvit vumrav.
Avelino se marchó del bar y fue directo a su oficina en el campo de producción.
         Las jáquimas que desaparecían eran plantas similares a los girasoles terrestres. De su centro amarillo se podía producir aceite orgánico, muy superior al habitual, que era usado en distintas maquinarias y también en robots, cuyos propietarios lo preferían en lugar de los sintéticos. De la planta también era posible crear destilados alcohólicos muy bien recibidos, en especial por aquellos nacidos en los sistemas de Nueva Betelgeuse y Tau Ceti.
 La oficina era discreta. Discreta en sus proporciones, en su mobiliario y en su decorado. Apenas una ventana que daba a los campos, el escritorio, un holovisor. Avelino llenaba una pila de planillas. Era increíble que tras cientos y miles de años de tecnología, el papel hubiese podido perdurar en el tiempo. En una de aquellas planillas constataba las plantas robadas, y en un margen anotado, cómo creía él que los ceturianos las robaban. La pantalla del holovisor brilló con una imagen del campo. Levantó la vista y puso atención a la proyección.
Avelino esperó escondido tras una cosechadora. Escuchaba atento el silencio del campo tan distinto al de la urbe y las ciudades-estación. El sonido sin rebotes, sin reverberaciones, la planicie interrumpida sólo por lo que había ahí: maquinarias, trabajadores, plantas y animales. Él estaba muy a gusto en ese lugar, le recordaba su infancia en Plutón. Algo se movía por entre las vacas hacia el sector de las jáquimas. Avelino lo siguió con la mirada y resultó ser un robot cosechador LK6, una máquina eficaz y muy práctica en sus funciones. El robot tomó varias cabezas de jáquimas, las arrojó dentro de una bolsa y volvió por el mismo lugar de donde vino. Avelino lo siguió sorprendido. Tal vez, pensó, se tratara de una falla.
El LK6 se metió en un silo, descargó las plantas y comenzó a machacarlas con una prensa. Las flores sangraron el aceite que el robot depositó en un recipiente metálico. Después se acercó a una maquinaria muy vieja y oxidada, parecida a un ropero con perillas, y colocó el recipiente sobre un costado. Un destello iluminó el silo y a los tropezones la máquina comenzó a funcionar. El LK6 se estacionó junto a ésta y conectó un par de cables. Las ondas electromagnéticas comenzaron a alterar los circuitos del robot, que se echó extasiado.
 Avelino se había quedado junto a la puerta, desconcertado. Se acercó al robot que no necesitó sus sensores de movimiento ni sus ojos para saber que había sido descubierto. Entonces se acomodó junto a la máquina como si nada sucediera.
—Oh, claro. Ustedes los humanos y su pensamiento obsoleto. Solo los orgánicos creen ser capaces de sentir frustración. Contra lo que piensan, los sentimientos son construcciones sociales, y nosotros los cosechadores, sabemos lo que es existir solo para trabajar en tareas que ustedes no quieren realizar. Oh, esto no es vida.
Avelino creyó ver al robot desinflarse un poco mientras hablaba, pero aquel seguía perdido en las fluctuaciones de las ondas electromagnéticas.
Esa misma noche, tras entregar al LK6 a los agentes de la U.R.R.A., se quedó en su oficina pensando. No recordaba que un robot pudiera ser tan complejo.

jueves, 31 de mayo de 2018

El misil - Alejandro Emmerich - Ilustrador invitado: Facundo Oliva


Locación: Sector 9, los confines de la galaxia
Lugar de origen: La Tierra, 3er planeta desde el Sol
Planeta habitable mas cercano: Narodinia, entre 79000 y 85000 minutos luz, dependiendo de la trayectoria y del momento anual


  En el espacio es muy complicado medir el paso del tiempo. Por la distancia entre aquellas galaxias, como mínimo, deben haber pasado algunos siglos terrestres desde que estoy aquí. No estoy seguro. No pasan muchas cosas como para llevar un conteo de eventos ni nada parecido. Excepto por esa luz lejana que no recuerdo haber visto antes.
Soy —era— de la tierra. Toda mi vida quise ser astronauta, conocer planetas, viajar por el cosmos… 
…hasta que se perdió todo; lo único que queda ahora son los recuerdos. 
  Definitivamente esa luz es algo nuevo, casi puedo ver cómo crece, debería estar acercándose en esta dirección.
  Lo orgulloso que me sentí cuando llamaron para avisarme que había sido seleccionado para la primera expedición del “Viajero Escarlata”.  Comandada por Valentino, hijo del legendario capitán Roberto Escarlata, héroe de la exploración espacial de mi planeta y oriundo de la ciudad donde crecí.
Los preparativos para el viaje, el itinerario, la tripulación experimentada a la que acompañaría, todo era perfecto. Viajaban con nosotros algunos viejos compañeros del gran Roberto, como Pedro su mano derecha y 1er oficial durante incontables aventuras. Era un sueño hecho realidad, pero eso debería haber sido motivo suficiente como para sospechar un poco, ¿no? En algunas comunidades planetarias dicen que los terrícolas, al idear el concepto de ironía, nos condenamos para siempre a nunca ser del todo felices.
  La luz crece cada vez más, es un objeto que se acerca a gran velocidad, no puedo distinguir de qué se trata aún.
  Aquella vez me desperté y vi a la tripulación alborotada. Estaban todos demasiado agitados como para estar recorriendo uno de los cuadrantes supuestamente yermos de los confines de la galaxia. Valentino y Pedro estaban al mando, nunca los había visto juntos y tan serios. María Gabriela se acercó y me dijo que los instrumentos habían detectado un objeto en nuestra dirección. No habían podido identificarlo aún, pero por su velocidad y trayectoria, podría tratarse de un antiguo misil rastreador del Imperio extragaláctico. De ser así, había estado a la deriva durante varios años hasta que detectó nuestra nave. 
—¡Motores a plena potencia! — había ordenado Valentino. 
— De qué sirve ser cauteloso si ya nos descubrieron- había acotado Pedro, y agregó: —Si nos alcanza no tendrá sentido guardar el combustible para otra aventura. 
  El Viajero Escarlata atravesó el espacio a gran velocidad, con los motores trabajando a tope. Sin embargo, el misil se acercaba cada vez más. 
—Malas noticias, es un PRN76— había dicho Miguel, el oficial navegante encargado de los sensores y radares, y al escucharlo los rostros de todos los miembros de la tripulación se ensombrecieron.
— ¿Qué es un PRN76? — pregunté en voz baja a María Gabriela.
—Es un misil desintegrador. Hace desaparecer la materia, pero atrapa la conciencia y la encapsula indefinidamente en un pliego del espacio-tiempo, hasta que una cuadrilla de cosechadores las recoge. Como el Imperio extragaláctico fue derrotado hace bastante, puede ser que estemos atrapados en esas cápsulas de conciencia por mucho tiempo. ¡Y sin cuerpos a los que volver! — dijo ella, y se me revolvieron las tripas.
— ¡Comiencen las maniobras evasivas y activen los señuelos! — ordenó Valentino y un segundo después salió de la nave una pequeña cuadrilla de robots en dirección al misil, dispuestos a bombardearlo con señales confusas y contradictorias. Pero la Inteligencia Artificial del misil era demasiado avanzada para nuestra burda tecnología civil de exploración. Poco después, a pesar del enorme esfuerzo de los pilotos y de toda la tripulación, el misil nos alcanzó. 
  Con algo de suerte esa luz que se acerca es una nave que recibió nuestras últimas coordenadas y vino al rescate.
  Debo decir que al principio no comprendí mucho lo que pasó. Hubo gritos, una sacudida fuerte y una luz que envolvió todo. Después, nada. Era como despertarse de un sueño muy profundo, cuando todavía no sabés si estás dormido o despierto. No sé cuánto tiempo pasó hasta que pude entender qué había ocurrido, y tampoco sé cuánto tiempo pasó hasta ahora.
Ahora lo comprendo, ese objeto que se acerca es un misil del Imperio extragaláctico. Los malditos dejaron muchos por esta zona de la galaxia. Casi seguro percibió las señales de alguna nave desprevenida y salió a su cacería.