lunes, 24 de febrero de 2014

El festival de las máscaras



 Hernán estudiaba la foto que le acababa de dar su papá. No estaba acostumbrado a las imágenes impresas en papel. Tampoco estaba acostumbrado a ver a su padre de chico, aunque tuviera la cara tapada.

 “El festival de máscaras de Bufeiz es algo digno de ser visto. Tu abuela, como regalo de cumpleaños, nos consiguió dos pasajes. Eran solo dos pasajes porque en ese momento tu abuelo acababa de cerrar el taller y todavía no nos habíamos acomodado económicamente. Además, ir a Bufeiz en temporada alta era un lujo de pocos. En esa época todavía quedaban algunos lugares en el universo donde se le daba mucho valor a lo exclusivo.
 Pero bueno, lo importante es que tu abuela y yo fuimos a Bufeiz. Casi lo primero que hicimos al llegar fue ir a uno de los muchos negocios de máscaras, a comprar una para el festival. Había mil diseños, de mil formas y colores diferentes. Representaban animales y criaturas de todas las galaxias conocidas, y las había con distintos adornos y símbolos que podían elegirse según tu propio gusto, y según tu propio bolsillo.
 Pasamos un buen rato eligiendo hasta que los dos nos fuimos conformes. Además de las máscaras, habíamos comprado el Proyector, una especie de máquina de humo, fundamental para que funcione el dispositivo. Porque lo más importante de las máscaras no era cubrirse la cara con formas graciosas, sino que toda la realidad cambiaba al tener una puesta. El mundo se transformaba en lo que querías que fuera.
 A través de la máscara, y con solo desearle, podíamos proyectar imágenes, jugar con las formas y los colores, crear y compartir cosas. En el centro del festival, en plena calle, cientos de personas mostraban sus recuerdos, sus vidas, sus sueños. La gente podía conocerse a través de las proyecciones donde veía los gustos del otro, su capacidad para imaginar cosas nuevas o para proyectar en bellas imágenes lo que les había pasado.
 Naves increíbles, animales exóticos, músicas extrañas, y hasta gente de otras épocas y espacios, todo se mezclaba entre la multitud. Y alrededor de la muchedumbre, aumentando la ilusión de infinitud, habían sido colocadas grandes paredes hechas de espejos. Mientras la mayoría charlaba y conocía gente animadamente, muchos se observaban y examinaban a sí mismos frente a un espejo. Me acerqué con curiosidad.
 Disfruté lo que apareció. A través de la máscara, pude ver la imagen de mí mismo que, casi sin notar, había creado. En el espejo, yo era un poco más alto, y mis facciones eran más agradables. Tenía un aire de inteligencia y rebeldía en la mirada. Y una sonrisa perfecta. Al principio me gustó, pero después empezó a inquietarme. Ese no era realmente yo.    
 Me saqué la máscara. Por el reflejo, pude ver atrás mío que mi mamá hacía lo mismo.
-Después de un rato aburre, ¿no?- me dijo-. Ver tantas maravillas que se vuelven humo al tocarlas.”

- ¿Algún día me vas a llevar a Bufeiz, pa?- preguntó Hernán.- Yo quiero jugar a inventar cosas como el tío, o a viajar por todos lados como vos.
- Sí, algún día si querés te llevo al festival. Pero tenés que acordarte lo que te acabo de contar. Porque ahí fue donde aprendí que todas las máscaras, hasta las más bellas y elaboradas, terminan por caerse.  

lunes, 17 de febrero de 2014

Escape de Mercurio



Papá, ¿hace un tiempo me contaste que en una guerra derrotaste a un espectro vos solo no?-
-Si, fue en la guerra contra el Imperio Extragaláctico ¿Por?-
-¿Y como fue el principio de la guerra?-
-Uff, que dificil…

 “Por suerte la esa guerra no duró mucho, pero fueron tiempos muy intensos. Lo peor fue al principio. De la noche a la mañana nos vimos invadidos por las más diversas criaturas. Todo empezó hace como veinte años, cuando estaba acompañando a la abuela a hacer compras por l
os mercados de Mercurio. Me había ofrecido a acompañarla porque hacía muy poco tiempo que me había comprado mi primera nave transportadora, y bueno, fantaseaba ya con trabajar así que tomaba esos viajes como práctica. Además, tu tío en esa época había desaparecido al ingresar por una grieta temporal.
 Estábamos paseando por el mercado del barrio viejo cuando vimos unas sombras pasar rápidamente por encima nuestro. Casi que no les prestamos atención, pero a los pocos segundos una explosión muy fuerte se escuchó a lo lejos. No le dimos importancia ya que en el barrio viejo de Mercurio las grietas gasíferas son bastante normales y cada tanto alguien prendía un cigarro en el lugar equivocado y todo volaba por los aires. Luego vimos otra sombra fugaz, y segundos mas tarde otra explosión, más lejos. Esta vez la gente se agitó y todos comenzaron a preocuparse ¿otra grieta gasífera? ¿vendedores de pirotecnia atómica fallada? De pronto noté otra sombra pasando sobre nosotros y miré hacia arriba lo suficientemente rápido como para ver lo que parecía ser un escuadrón entero de Gavilanombres sobrevolando la zona en formación de guerra. Segundos más tarde hubo otra explosión, esta vez mucho más cerca de donde estábamos nosotros. Ya resultaba evidente que no se trataba de accidentes aislados y todas las personas que se encontraban en el mercado comenzaron a correr.
Tomé del brazo a la abuela y, a los tumbos, esquivando gente, logramos acercarnos hasta donde había quedado estacionada la nave mientras seguían cayendo bombas sobre la gente aterrorizada. Por suerte la nave no había sido dañada así que nos subimos listos para escapar. Pero no podíamos irnos así sin más. Mientras yo preparaba los controles, la abuela abrió la escotilla y gritó: -¿Quienes van a la tierra? ¡Vamos para ese lado, súbanse que los llevamos!-
 Finalmente, con el almacén de carga repleto de refugiados y al límite de la capacidad, despegamos con el tiempo justo para ver como todo el barrio viejo de Mercurio era devorado por las llamas. Pero eso no significaba que estuviésemos a salvo ya que un escuadrón de Gavilanombres comenzó a perseguirnos y en cuestión de pocos minutos nos dieron alcance. Se agarraron del casco de la nave y comenzaron a desoldar la defensa anti meteoritos. Nunca pude ver cuándo se fue pero, mientras yo realizaba maniobras evasivas para liberarnos de nuestros perseguidores, la abuela se puso el traje espacial y abrió la escotilla para enfrentarlos mano a mano. A simple vista uno pensaría que una viejita no sería rival para un escuadrón de tropas altamente entrenado, pero la abuela atacó sin piedad como una leona defendiendo a sus cachorros y, ante la mirada atónita de los agresores, los fue despachando uno a uno con su electrificador de bolsillo primero, y a los carterazos y empujones cuando se le terminaron las baterías. Finalmente, cuando no quedaron Gavilanombres sobre la nave, la abuela regresó al interior y todos los refugiados la recibieron con aplausos, cánticos y mucha alegría.
Y bueno, así fue como escapamos de Mercurio, y al llegar a la tierra nos enteramos de que toda la Vía Láctea estaba bajo ataque. Después por suerte pudimos formar una resistencia y terminamos echando al Imperio Extragaláctico.-“

-¡Waw! ¿y eso cuento tiempo llevó?
-Unos años, fueron épocas muy dificiles para todos, pero también fueron épocas muy entretenidas y llenas de historias para contar.
-Ah...
-Como cuando el abuelo inauguró la escuela de puntería en gravedad cero y tu abuela derribó un crucero imperial con un cañón que había diseñado el tío con las partes de un horno microondas.
-Si, si, claro que me acuerdo.

lunes, 10 de febrero de 2014

Los árboles de la luna



Pedí una hamburguesa con papas fritas, pero no tenía hambre. Me entretuve mirando la gente a mi alrededor y esperando. Hasta que llegara la comida, por lo menos, tenía algo que hacer. Es que la tristeza a veces es eso, pasar de pequeñez en pequeñez. Pasar de una cosa a la otra sin disfrutar nunca ninguna.
- ¿Sos terrícola?- me preguntó la mesera.
Asentí con la cabeza. Acababa de llegar a la luna, y ya estaba cansado de explicar las razones de mi mudanza, que tampoco eran tantas ni tan graves. Me escapaba de un amor, me escapaba de una historia y de un dolor que sin que me diera cuenta se había subido conmigo a aquella nave.
 Hice un esfuerzo para comer parte de la hamburguesa. No había caso, no tenían el mismo gusto que las de la Tierra. Me recordé que yo mismo había buscado ese cambio, pero no me obligué a seguir comiendo. Pagué la cuenta y salí a caminar.
 No estaba acostumbrado a andar con traje todo el día. No estaba acostumbrado a la falta de gravedad. No estaba acostumbrado ni al suelo ni al cielo de la luna.
 Llegué a la zona de los Lagos Menwail. Los lagos fueron el primer intento del hombre por colonizar la luna. Por ese entonces tenían planificados grandes bosques y zonas habitables, donde la naturaleza y el hombre vivirían en armonía. Una gran cápsula separaba esa zona de oxígeno del resto del universo.
 Una vez adentro, me quité el casco y disfruté del aire más natural que podía conseguirse en el satélite. Recorrí el lugar maravillado. Los árboles se parecían vagamente a los que había en la tierra, pero sus hojas eran de tonos de verde que no creía posibles. Parecían de verdes oscuros y opacos cuando no les daba la luz, pero las que estaban expuestas al fuerte sol de la luna eran transparentes y brillantes.
 ¿Cómo podía haber estado triste? Había tanto por conocer, en la luna primero, y en el resto del universo después. Caminé entre ese paisaje fantástico, oyendo el cantar de aves y los pasos de pequeños roedores que no habían conocido otra cosa que este micromundo donde el sol duraba trece días y la noche otros trece.
 De repente, oí algo distinto. Un chapoteo, una voz. A través de las ramas bajas de los árboles, pude verla bañándose en el lago. Jugando con el agua. El mismo día que me prometí a mi mismo recorrer el universo, conocí la razón para volver a lo que sería mi hogar.
 Me le acerqué y sonreí. Ella también. 

lunes, 3 de febrero de 2014

Cuando se apagó el sol

"-Esa fue la primera vez que se apagó el Sol. Al principio fue un lío bárbaro porque al no haber más pulso gravitatorio los planetas comenzaron a vagar por la galaxia. Algunos se quedaron cerca de Júpiter, pero los más lejanos no tuvieron esa suerte. Me acuerdo muy poco de esa época porque era muy chico, más chico que vos ahora. La verdad que casi lo único que recuerdo es que con tus abuelos nos llevaron a un lugar bajo tierra. Había muchísima gente, pero todos estaban callados. Nadie decía nada. Habíamos entrado todos en silencio. Éramos una procesión gigantesca, miles y miles de personas entrando en una fortaleza.
 Recuerdo particularmente las puertas del lugar al entrar: eran enormes, parecían ser tan grandes como un edifico entero, y sentí una vibración muy fuerte al cerrarse a nuestras espaldas. Al poco tiempo nos llevaron a una cámara donde estuvimos con otras familias terrícolas y muchos refugiados de otros lugares del sistema solar. Había muchos venusinos, y algunos saturninos y mercurianos. También había unos pocos neptunianos que no eran muy bien vistos porque corría el rumor de que habían sido los causantes del apagón solar.
Con mi familia nos habíamos hecho amigos de unos saturninos que conocía el abuelo de sus años como vendedor galáctico. Yo pasaba el tiempo con sus hijos, pero con el tiempo me terminaron aburriendo porque a los chicos saturninos no les gusta mucho jugar, solo les gusta la matemática y únicamente hablan en ecuaciones.
Recuerdo muy bien el momento en que partieron, sincronizadas desde la tierra y Marte, las naves para volver a encender el Sol. Todos los refugiados nos habíamos juntado a mirar las pantallas que mostraban el progreso de la misión. En ese momento pude ver cómo una familia de neptunianos se alejaba de la pantalla de transmisión. Dejé la muchedumbre para seguirlos y vi como se reunían alrededor de una niña recostada. Era hermosa y estaba dormida, rodeada por sus familiares que la peinaban y arreglaban. Eran muy sencillos en sus modales y usaban vestimenta muy simple. Parecían tristes, mientras que la niña mostraba una calma solemne; debía ser un sueño muy profundo en el que se encontraba sumida. En ese momento se me acercó un venusino y me contó la razón de esa reunión: la niña había quedado dormida justo en el mismo momento en que el Sol había comenzado a apagarse, y no hubo ningún tratamiento capaz de despertarla. Entonces la niña movió sus ojos aún cerrados y todos los neptunianos a su alrededor se sobresaltaron, era lo primero que hacía en mucho tiempo. Poco después comenzó a agitarse en su sueño, a mover la cabeza de un lado a otro y a acomodarse en la cama como preparándose para despertar. Al mismo tiempo, comenzó a escucharse un murmullo desde el sector de la pantalla transmisora: la gente estaba viendo algo, algunos rezaban, otros comenzaron a suspirar.
 En el momento mismo en que la niña despertó y abrió los ojos, la gente estalló en aplausos y cantos de alegría. Pocos minutos después de haber partido la misión conjunta Tierra-Marte, cuando las naves aún no habían llegado ni a lo que había sido la órbita de Mercurio, el Sol, sin ningún motivo ni aviso, volvió a prenderse.
Mientras tus abuelos me agarraban de los brazos y me llevaban de regreso a nuestra casa, pude ver como la niña se sentaba en su cama y les decía a sus padres que había tenido un sueño muy extraño."

- ¿Y que pasó con los otros planetas? ¿Volvieron a sus órbitas?-
-Sí, hijo, pero esa es otra historia...-