domingo, 12 de julio de 2015

2- Por un puñado de Bytes


 Andrés Dioyo miraba por la escotilla, el corazón del continente asiático era su zona del planeta favorita para observar. Las enormes fábricas abandonadas y los grandes piletones de desechos químicos lo ayudaban a recordar que se encontraba rumbo a Albacea, la zona más pobre en medio de una región muy rica del planeta tierra.
 Fue la presencia de Warkus, su compañero en esa misión, la que logró traerlo de vuelta de sus pensamientos. Warkus, como todos los olivadios, medía poco mas de un metro de altura, pero cuando sus tres pares de brazos reptilianos estaban completamente extendidos, lo hacían parecer mucho mas grande. En ese momento, los olivadios eran conocidos por sus dotes de pilotos y de manejo de maquinarias excepcionales. Sus seis brazos les daban ventaja frente a muchas otras razas del espacio. Sin embargo, el problema de Warkus era su mal humor y su afición por la bebida.  Algún evento oscuro que no aparecía mencionado en su archivo personal lo había vuelto reservado y algo hosco. Tan difícil resultaba trabajar con él, que nadie lo soportaba como compañero.
 Según el reporte de la misión, aparentemente un robot ejecutivo de cuentas, Mr9PCom, del Primer Banco Solar, no se había presentado a su puesto cuatro días atrás, y, no solamente había desaparecido sin dejar rastro, sino que faltaban varios millones de omegabytes de dinero electrónico de las cuentas que manejaba. Las autoridades del banco habían pedido la más absoluta discreción en el asunto, ya que, si llegara a hacerse público, su imagen se vería seriamente afectada. Por ese mismo motivo los indicados para el trabajo eran Warkus y Andrés. El primero, porque nadie soportaba hablar con él (mucho menos tomarlo como informante en la prensa) y el segundo, porque era de absoluta confianza para La Jefa, nunca le había fallado y, a diferencia de la mayoría de sus compañeros, jamás había hecho nada por fuera del protocolo.
 La última información sobre el robot Mr9PCom consistía en una señal proveniente del sistema de rastreo instalado que lo ubicaba en un pequeño poblado llamado Albacea. El “primo pobre” del sudeste asiático, como le decían socarronamente los magnates de los países cercanos, era un lugar abandonado, de clima selvático demasiado caluroso como para instalar un centro recreativo de alto nivel.
-Con todas esas lagunas de hidrocarburos, el único spa que podría funcionar aquí es uno para robots- había dicho siglos antes un conocido magnate de los parques de diversiones.
 Años atrás había sido uno de las regiones mas perjudicadas por la iniciativa Schyntrlinn que sirvió de excusa para que adineradas compañías pudiesen adquirir países enteros asfixiados por deudas y malos manejos financieros. Para cuando se descubrió que esos mismos países habían sido forzados por las compañías beneficiarias a adquirir esos préstamos y éstas fueron a juicio moral mundial, el país quedó completamente abandonado a su suerte. Luego de la anarquía inicial, los habitantes de Albacea aprovecharon la oportunidad y tomaron la iniciativa de realizar la reparación y reciclaje de maquinarias de países vecinos.
 Por fuera de los numerosos insectos, mamiféridos y reptiloides de la espesa selva, los únicos habitantes eran los broquiatos, una raza de cánidos genéticamente modificados para ser obedientes y aprender rápido. Ellos eran los encargados de restaurar los contingentes de maquinarias que diariamente llegaban a Albacea.
Encontrar el poblado desde donde había transmitido por última vez la señal del Mr9PCom había resultado bastante fácil gracias a la pericia en el manejo de la nave por parte de Warkus, pero ni bien atravesaron las últimas capas de turbulencia y se acercaban al hangar de aterrizaje, éste destapó una pequeña botella de destilado sintético y comenzó a tomar un trago tras otro.
–Pensé que no se te permitía tomar durante las misiones- dijo Andrés
-¿Qué? ¿Querés un poco?- replicó el olivadio.
–No, en absoluto. Creo que puede embotar mis sentidos y no me gusta trabajar si no estoy al cien por cien de mis capacidades.-
-Ah, me cansás Andrés, siempre tan correcto. El día que tengas que tomar destilado sintético para soportar tu rutina, ahí vas a comprender lo vacía que es la vida...-
 Las últimas palabras de Warkus carecían de sentido y de interés para Andrés, que comprendía porqué nadie quería trabajar con él. Pero no tenía tiempo para lidiar con borrachos con una misión por delante. Además, al ritmo en que Warkus tomaba el destilado, era cuestión de minutos antes de que perdiera la conciencia por completo. Mientras se terminaba de colocar el equipo de trabajo, miró por sobre sus hombros a Warkus que estaba desplomado sobre el tablero de control, mascullando palabras inentendibles.
 Andrés terminó de aterrizar la nave solo, en las cercanías de un poblado adyacente: era lo único habitado en kilómetros a la redonda y pensó que sería un buen lugar para hacer preguntas. Ni bien bajó notó que el pueblo estaba alborotado: numerosos broquiatos se dirigían hacia la zona fabril. Comenzó a seguirlos y vio que se agolpaban en los piletones de lubricante. En el centro, nadando, se encontraba el robot Mr9PCom, que tras cada chapuzón sacaba uno de sus brazos a la superficie y revoleaba bitmonedas y créditos bancarios a un número cada vez mayor de lugareños que rodeaban la pileta. Andrés se acercó lo más que pudo al piletón y esperó de brazos cruzados a que Mr9PCom terminase su baño. Al salir, el robot fue inmediatamente recibido y cubierto con una manta. Él lo agradeció con más bitmonedas y dio un crédito bancario reluciente a un broquiato pequeño a cambio de que le consiguiera un buen vaso de refrigerante. Cuando éste se hubo alejado, Andrés se acercó al robot.
–Así que decidiste asegurarte un retiro prematuro Mr9PCom- dijo.
–Veo que valgo lo suficiente como para mandar un caza recompensas- Replicó el robot, al tiempo que de su brazo robótico se abría un panel y emergía un arma que apuntaba a Andrés. Se miraron fijo durante un momento que pareció eterno, ambos permanecieron inmóviles. Finalmente fue Mr9PCom quien rompió el silencio: –Supuse que mandarían a alguien, y por eso le encargué a mis nuevos amigos que me realicen algunas modificaciones, como este dispersor de neutrones. Arma simple, elegante, efectiva y muy fácil de ocultar. También deshabilitaron el rastreador que el banco me había colocado en el chasis. Habrá notado usted que aquí la principal industria es la del arreglo y reciclaje de maquinarias, es increíble la velocidad y calidad con la que trabajan estos broquiatos si se les da materiales y recursos adecuados. Sabe usted ¡Esto sí que es vida! Pasé años trabajando para entidades financieras. Primero como cajero interactivo, luego como operador de bolsa y finalmente como ejecutivo en el Banco Solar. Una gran carrera sin dudas, pero a la larga es un trabajo muy aburrido hacer que los demás ganen, o pierdan, dinero. Necesitaba hacer algo por mí mismo, salir al mundo, tener proyectos propios. Así que organicé mi escape, la mayoría del dinero que me llevé estaba cubierto por seguros y el resto pertenecía a fondos fantasma irrastreables que lavan dinero para la mafia, así que nadie debería quejarse demasiado. ¿Sabe? pensaba en que esto sucedería, que tarde o temprano alguien llegaría buscándome. Por eso tengo una propuesta muy jugosa para hacerle, una cantidad de dinero que superará cualquier recompensa que le pudiesen haber ofrecido-
–Se equivoca usted robot, no soy ningún caza-recompensas. Me llamo Andrés y trabajo para la Unidad Recuperadora de Robots Abandonados, no busco fama ni gloria con su captura, mucho menos dinero. Es más, el Banco Solar puso mucho empeño en que este caso no salga a la luz. Para mí esta es solo otra jornada de trabajo, y no mucho más-.
 En el momento en que Mr9PCom bajó su arma al descubrir que Andrés no era una amenaza, éste desenfundó su pequeño pulsor de electrones oculto bajo la manga de su camisa y, con dos disparos certeros, desactivó tanto el arma del robot como sus piernas, dejándolo tan desarmado como inmóvil. Al escuchar los disparos, todos los broquiatos se escabulleron y escaparon dejando la zona de los piletones desierta. Desde el piso, Mr9PCom miró a Andrés desamparado
– No entiendo, dijiste que no eras una amenaza, mis detectores de mentiras te creyeron-.
 Andrés guardó el pulsor en la funda oculta y se acercó al robot.
–No me gusta que me apunten, además, tranquilo, el pulsor de electrones no destruye, solo paraliza momentáneamente. En unas horas estarás nuevamente tomando líquido refrigerante con los broquiatos-. Andrés ayudó a Mr9PCom a sentarse en el piso y continuó: -Vamos a hacer lo siguiente, cuando te recuperes vas a hacerte un cambio de chasis completo, para que nadie pueda reconocerte; luego vas a utilizar todo ese dinero que me ofreciste para mejorar las instalaciones de estos broquiatos; y por último: ¡dejá de llamar la atención! Yo ahora me voy. Si todo sale bien y mantenés el perfil bajo, no vas a tener más problemas-.
 De regreso en la oficina, Andrés dedicó el tiempo habitual a escribir el informe de la misión. Al presentarlo, La Jefa leyó como, luego de llegar a Albacea encontraron los restos de Mr9PCom en su nave destruida tras un mal aterrizaje, que los broquiatos probablemente se llevaron los pocos créditos y bitmonedas que sobrevivieron al accidente y cómo la pericia en el manejo del instrumental por parte de Warkus había resultado fundamental para salir de esa selva sin sufrir el mismo destino de Mr9PCom. Por supuesto, Warkus tenía demasiada resaca como para ponerse a discutir un reporte que lo dejaba bien parado.

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