lunes, 2 de diciembre de 2013

Espero y el monstruo



 - Hoy te voy a contar una historia de “había una vez”.
- ¿Qué es eso?
- Son cuentos sobre cosas que pasaron hace mucho tiempo, y que no se sabe si son verdad o no.

“Había una vez un robot que vivía solo en una casa. No había vivido siempre solo, porque los robots siempre son de alguien. Su dueño, Odiseo, había sido el encargado de diseñar y construir las atracciones en “la tierra de los mitos”, un parque de diversiones. Pero Odiseo desapareció misteriosamente al poco tiempo de terminar su última creación.
 Este robot, te imaginarás, no era un robot doméstico, común y corriente. Tenía una habilidad especial que hacía que nadie pudiera acercársele. Ni siquiera los empleados de la Unidad de Relocalización de Robots y Androides, que usualmente pedían ser relocalizados ellos mismos después de intentar siquiera acercársele.

 Esto se contaba y repetía una y mil veces en las calles. Pero Espero no creía en esas cosas. Y, como siempre, tampoco hacía caso de las advertencias de sus padres o a las cintas policiales. Él tenía que saber qué había ahí adentro.
 - Seguro que hay un tesoro en esa casa- aseguró Espero.       
- No sé, Espe, a mí mi mamá no me deja ni pasar por la vereda. Ni mirarla de lejos, casi.
- Dale, no seas miedoso. Vamos.
- No, yo no voy a ir. Andá vos si sos tan valiente.
 Y eso era lo que necesitaba escuchar. Había empezado esa conversación solo para meterse la presión extra de un amigo empujándolo a hacerlo, para así poder dejar de lado el miedo. Porque tenía miedo, aunque no sabía a qué.
- Ya vas a ver que sí- respondió.

 Se trepó a las rejas, y saltó con habilidad del otro lado. Entró a la casa, que había sido dejada abierta por sus últimos visitantes. La oscuridad era total.
 Entonces, la vio: terrible y enorme, con su cabello de serpientes y su mirada fatal. El contacto visual fue inevitable, y a través de sus ojos la criatura entró en su mente. Espero se sintió de piedra. Cada vez más quieto, cada vez más frío. La criatura se acercó a él y, en el momento final, el chico se desmayó.

 Despertó y, desesperado, se encontró con que todavía estaba dentro de la casa. No era un sueño. La criatura no parecía estar cerca. Corrió hacia la puerta pero, para su sorpresa, estaba cerrada. Lo mismo las ventanas.
 Ruidos. La criatura iba a volver. Espe prefería cualquier cosa antes que volver a ver en esos ojos diseñados para encontrar el temor que ya habita en uno y potenciarlo.
 En el fondo del salón había un mueble, cubierto por una sábana. Desesperado, Espe se escondió detrás, con la mala suerte de que pisó la sábana al pasar, y ésta cayó sobre él, dejando al descubierto una antigua pantalla de T.V.
 “Que no me vea, que no me vea” se decía Espero, sabiendo que eso era imposible. La criatura ya lo había localizado, y se dirigía a donde él estaba. Los ojos robóticos se vieron reflejados en la lisa pantalla e intentaron entrar en los ojos que intentaban entrar en los ojos que intentaban entrar en los ojos… y eso fue todo.”

-¿Y qué paso con Espero?
- Tardó en salir del susto, pero en cuanto vio que su enemigo era una simple ilusión creada por un robot, pudo irse a su casa.
- Y se compro un espejo- agregó Hernán- para descubrir más ilusiones otro día.   

2 comentarios:

  1. Supongo que esa fantasía es lo que se intenta transmitir con cualquier entretenimiento, sea la lectura, la visión de una película, un videojuego...

    un saludo

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    1. Creo que no siempre, ¡pero sí muchas veces! Es lindo ver que el que recibe lo que uno hace, lo hace crecer aunque sea un poco.

      ¡Saludos, gracias por comentar!

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