Rodrigo dio el beso de las buenas noches a
Hernán y cuidó de que quedara bien tapado para otra fría noche en la base lunar. Confiaba en que
Hernán no se conformaría solo con eso. Y así fue, pues el niño le pidió que le
contara, como todas las noches, una de sus aventuras.
“Hoy
voy a contarte sobre cuando llegué a
Gorn. Me habían contratado para transportar un cargamento desde Frutón hasta la Tierra, por lo que me
esperaba un viaje largo. No había recorrido ni medio camino cuando uno de mis
propulsores falló. Seguir con un solo propulsor hubiera sido algo peligroso,
por lo que busqué el planeta más cercano donde poder aterrizar y reparar la
astronave. Resultó ser Gorn, un gran planeta de categoría A, lo que significa
que los seres humanos podemos respirar y caminar por él sin necesidad de
equipamiento.
Aterricé unas horas después en un desierto
verde y gris. Programé unos cuantos cientos de nanobots para que revisaran
todos los mecanismos de la astronave, pero el proceso llevaría por lo menos una
semana. Mientras tanto, busqué en mi computadora información sobre el planeta
en el que me encontraba. En esa época cuando todavía era posible encontrar
planetas y culturas desconocidos para el hombre, había que prepararse de la
mejor manera posible, y hacía falta tener toda la información disponible sobre
cada lugar. Resultó que Gorn estaba habitado por una especie primitiva, los
Gornai. Como todavía desconocían la
existencia de vida más allá de su planeta no consistían ningún problema
mientras no me advirtieran. Pero no se sabía como reaccionarían ante una
potencial amenaza desconocida, o sea yo.
Siempre estuve dispuesto a sumar información
en la base de datos de la humanidad, por lo que decidí salir a investigar.
Llegar hasta lugar habitado me llevó más tiempo del planeado, porque la
gravedad de ese planeta es ligeramente superior a la de la tierra.
Usando mi perceptor audiocular, pude observar
una pequeña tribu Gornai a una distancia segura. Era un espectáculo
maravilloso. Los Gornai, seres similares a los humanos aunque de menor estatura
y mayor musculatura, no vestían ropa alguna. Sin embargo, tenía frente a mí
todo el espectro de los colores en movimiento. Pasé unos cuantos días
espiándolos antes de entender que está en la naturaleza de los Gornai que sus
acciones se dibujen en sus cuerpos. Para cualquiera que sepa leer los signos,
no hay secretos entre los Gornai: alcanza con mirarlos atentamente para saber
su historia, sus pensamientos, su yo.
Años más tarde leí algunas disertaciones sobre
los Gornai. Parece ser que hubo épocas en las que usaban su conocimiento para
dañarse. Y aunque el uso de la ropa es totalmente innecesario para su cultura y
para el templado clima de su planeta, algunos Gornai cuidadosos o arrepentidos
la usaban, generando desconfianza entre ellos.
Otros recurrían a medidas más drásticas. Para
ocultar, y hasta para intentar olvidar, amputaban parte de su cuerpo, y así
también de su historia.
Pero cuando yo llegué a Gorn esas épocas
oscuras ya habían terminado. Lo que yo pude ver fue a un pueblo viviendo en
armonía, un pueblo en el que sus miembros se comprenden unos a otros, y se
ayudan para que sus dibujos sean cada día más hermosos, y para que el dibujo
que empieza en uno continúe en otros.”
- ¿Y qué le había pasado a la astronave?
¿Por qué falló?
- Nunca lo supe. Creo que el destino quería
que yo forme parte de un dibujo más grande.
Muy bueno, Lucas. Gran texto e impresionante ilustración, muchas habilidades como escritor, uno, y dibujante el otro. Los felicito a ambos, ciencia ficción de la buena.
ResponderEliminar¡Saludos y el mayor de los éxitos con el emprendimiento en común!
entre en este blog por primera vez. muy bueno.
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