Esa noche Hernán estaba cansado e,
internamente, Rodrigo sospechaba que no le costaría mucho hacerlo dormir.
-Era
la época en que tu tío todavía buscaba ganarse la vida como inventor, antes de
que descubriese el motor de mecánica gestáltica y se dedicase a la bicicleta
financiera. En esa ocasión me pidió que lo ayudara a probar el funcionamiento
de uno de sus experimentos, el neuroempatizador. La máquina, en teoría, debía
permitir que una persona pudiese sentir lo mismo que otra, incluso acceder a
sus pensamientos y emociones. Para eso nos fuimos hasta la tercera luna del
planeta valenciano de la galaxia Unioneurópia. Teníamos todos los instrumentos
preparados, cuando un mal funcionamiento en el motor de salto hiperespacial
catapultó la nave donde yo estaba directo a un agujero negro. Todavía sabíamos
muy poco acerca de las alteraciones de las leyes físicas caóticas, así que, sin
poder hacer nada, me dejé llevar por la corriente espaciotemporal y esperé lo
mejor. Por suerte solo fue un viaje temporal al pasado y terminé cerca del
planeta tierra algunos milenios atrás. Recuerdo muy bien que al instante de
descubrir donde estaba fantaseé como un tonto con la idea de visitar el planeta
desde donde había surgido la humanidad, pero mi nave chocó con algo que
desconocía. Al estabilizar los controles y realizar el escaneo de las
inmediaciones, descubrí que había colisionado con una nave que formaba parte de
lo que parecía ser un escuadrón de guerra. Inmediatamente activé los controles
de salto hiperespacial para regresar a mi tiempo lo antes posible. Pero, ya que
estaba, mientras esperaba a que se preparen las coordenadas para el nuevo
salto, decidí activar el neuroempatizador del tío y apuntarlo hacia la nave que
acababa de chocar. Si el aparato funcionaba, conocería de antemano si era
considerado una amenaza y que plan de ataque utilizarían. Sin embargo lo que
descubrí me sorprendió muchísimo. Ya me estaba resultando raro que hubiese
naves espaciales de combate cerca de la tierra a mediados del Siglo veinte,
porque esa era una tecnología a que la humanidad aún no poseía en ese momento,
y mas me sorprendió ver que quienes habitaban el artefacto no eran seres
humanos. Eran bastante parecidos, es cierto, pero tenían muchísimos dedos en
cada una de sus manos. Pude sentir también como el capitán de la nave con la
cual había colisionado se había asustado muchísimo a causa del choque y que
eso, de alguna manera, lo había hecho sentirse libre, casi que estaba
agradecido por aquel hecho fortuito. Lo último que vi., mientras mi nave regresaba
al hiperspacio, era como esa misma nave daba media vuelta y atacaba a las otras
naves de su propio escuadrón. Y como luego de haber sido atacadas estas también
abrían fuego todas juntas contra la nave insignia que momentos antes
escoltaban.
Derribando
sus miedos y apilando sus temores ya en desuso, los tripulantes de aquellas
naves elegían la libertad a la calma, la adrenalina a la quietud. La felicidad
de la rebelión vencía al miedo que le tenían a la muerte.-
Rodrigo quería continuar contándole la
historia a su hijo, todas las escalas que se había visto obligado a hacer antes
de poder regresar a su propio tiempo y a su propia galaxia. Pero Hernán ya
estaba dormido, y era mejor guardar silencio y reservarse las historias para
otra noche.
Esto no puede quedar asi... abrís la puerta a una realidad paralela y ¿no puedo pasar? Sería bárbaro un cuento corto de unas 491 páginas.
ResponderEliminarGracias por crear. Sergio H
Gracias por pasar Sergio, me lagra que te haya gustado!!
ResponderEliminarAle.
muy lindo cuento ale muy linda la retorica braburyana que siempre hace bien.
ResponderEliminarun abrazo.