lunes, 11 de noviembre de 2013

Nyaghhathogga



-¿Existe dios papá?- Preguntó Hernán a su padre, que automáticamente supo que esa noche no le resultaría fácil hacer dormir a su hijo.
-¿Dios?, depende. Para algunas culturas existe uno, para otras existen varios, hay quienes dicen que sus dioses ya no existen mas...-
-¿Pero para vos existe?- retrucó Hernán.
–Puede ser- Respondió Rodrigo intentando prepararse para cambiar de tema, pero su hijo, hábil, se le anticipó:
 -¿Lo viste alguna vez?...- 
-Sí, eso creo al menos.

"Fue hace unos años, vos todavía eras un bebé y yo estaba trabajando para Focus, una empresa que realizaba mapeos intergalácticos. Me habían contratado para que llegue hasta el lugar desde donde se suponía había surgido el universo: el punto exacto donde había ocurrido el Big Bang. Como era un trabajo importante, me mandaron con un grupo de veinte personas, topógrafos, cartógrafos, astro-físicos, neurópatas y otros tantos expertos de diversas áreas. La idea era que yo, como piloto, los llevase para que realicen sus investigaciones y los traiga de regreso sanos y salvos. Nadie sabía con que podíamos encontrarnos, ya que el punto exacto de nuestro destino era un secreto guardado por algunas tribus antiguas del planeta tierra y de pura casualidad uno de los directivos de Focus había encontrado unos escritos muy antiguos con referencias mas o menos contundentes.
A medida que nos acercábamos a nuestro destino, el pulso gravitacional nos indicó que el lugar no estaba vacío, sino que en él se hallaba algo que podría describirse como un planetoide muy extraño. Era una superposición de estructuras incongruentes que desafiaban toda lógica y conocida. Parecía una especie de ciudad donde las fuerzas desatadas en el Big Bang habían causado que las leyes de la geometría no se aplicasen ahí, dando como resultado un enorme laberinto sin sentido ni explicación. Como en mi contrato nunca se había hablado de tareas de exploración, me quedé en la nave mientras el resto del grupo se aventuraba al planetoide a investigar. Dentro, en la comodidad de la cabina, mientras se suponía que debía monitorear los movimientos del equipo de exploración, me quedé dormido. No fue un sueño normal, casi que había sido obligado a quedarme dormido por una fuerza desconocida. Entonces, en mi sueño, apareció: era una criatura gigantesca, parecida a un árbol, con raíces, tronco y ramas, pero que, claramente, no pertenecía al reino vegetal. Ni siquiera estoy seguro de que perteneciese a ningún reino conocido. Dijo llamarse Nyaghhathogga y era el guardián de la entrada a esta dimensión. El planetoide ciudad-laberinto era en realidad un portal cerrado, un intento de invasión fallido de seres de mundos lejanos e inconmensurables. Mientras decía esto último me vi atraído hacia esa figura que extendía sus ramas-tentáculos hacia mí para aferrarme. Segundos antes de ser devorado por aquella criatura fui despertado por los golpes desesperados que los expedicionarios daban a la puerta de entrada de la nave para que los deje entrar. Nunca supe por cuanto tiempo había estado durmiendo. De todo el grupo de expedicionarios solo quedaban dos y los monitores de los demás no mostraban signos vitales. Una vez dentro los supervivientes estaban pálidos y callados, con la expresión vacía, dando muestras de haberse topado con esas cosas con las cuales es mejor no imaginar.
Volvimos a la tierra, la expedición se consideró una pérdida aceptable para la empresa y nunca mas se habló del tema.-"
Hernán, lejos de dormirse, estaba aterrado,aferrado al termocovertor de la cama. Pero Rodrigo sabía de antemano que eso ocurriría así que se preparó para una noche larga y se prometió que jamás volvería a contarle historias de terror para hacerlo dormir.

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