El viejo lo miró, y
sus ojos se volvieron profundos y azules como el océano. Rodrigo pensó que no
tendría forma alguna de transmitir esta experiencia. Sin embargo, más de veinte
años después, se sentó a los pies de la cama de su hijo y le preguntó:
-¿Te conté la historia
de los ojos del viejo?
“Lo más difícil de todo fue encontrar a alguien lo
suficientemente ambicioso o lo suficientemente idiota como para venderme el
turno. Encontré a uno que era una mezcla de las dos cosas. Me pidió una fortuna
que multiplicó apenas vio que yo aceptaba sin regatear. Pagué el doble sin
protestar. No sé si él sabía lo que me estaba dando a cambio de algo tan
corriente como el dinero, no sé si sabía que el turno es algo único en todo el
universo.
-¿De donde sacaste
esto?- le dije señalando el papel que me había vendido.
-¿Qué importa? Ahora es tuyo, pichón.- Y agregó con una
sonrisa: -Ojalá lo disfrutes más que su dueño anterior.
Me da asco hacer
tratos con este tipo de gente, pero a veces no hay alternativa. Ya tenía la
dirección, la fecha, la hora: era esa misma noche. Llegué y toqué el timbre
cuatro veces seguidas, como decía en el papel. Me atendió un Burlo. No me
sorprendió, porque había escuchado que alrededor del viejo se reunían criaturas
de todos los rincones del universo: habían llegado en busca de una respuesta y
nunca se habí
an ido.
No fue necesario dar
explicaciones. El Burlo me miró de arriba abajo con sus cinco ojos, y corrió su
viscosidad para dejarme pasar. La casa era común y silvestre, pero transmitía
una sensación indescriptible. Como una música demasiado baja para distinguirla
pero lo suficientemente alta para saber que suena.
- Una vez que entres al cuarto- me dijo el Burlo con su voz
monstruosa- no vas a poder salir hasta que él te diga. Después te va a dar un
papel con el próximo turno, y va a ser tu responsabilidad que le llegue al
siguiente. Solo él, solo ahí, solo en ese momento.
Entré. Parecía un
viejo normal, pero yo sabía que esa es la forma que eligió para mostrarse ante
mí. Y ahí fue que miré en sus ojos. No sé cuanto tiempo pasó. Después me dio un
papel con el nombre de un planeta que yo no sabía ni siquiera que existía y una
fecha, dentro de trescientos años.”
-¿Y qué se siente, su
mirada?
-Es como alejarse del
cuerpo lo más posible en el infinito, dar un paso más, y llegar así a uno
mismo.
Terrible!
ResponderEliminarCuesta entenderlo. ¿Será que yo soy muy simple o que el escritor es muy complicado?
ResponderEliminarDe todos modos me gustó.