Rodrigo
estaba furioso, iba de un lado al otro del módulo lunar donde vivía con su hijo,
revolviendo el interior de los cajones. Los vaciaba sobre el piso en busca de
algo que no aparecía. Hernán, su hijo, lo miraba desde una distancia prudente
sin saber muy bien que hacer, ya que nunca antes había visto a su padre tan
enojado.
-Ahí
estás, hijo. Vení, dame una mano. Necesito que revises la cajonera que está
debajo del Holovisor. Estoy buscando un documento muy importante, es un
contrato que dice Federación Intergaláctica de Planetas.-
Sin
perder ni un segundo Hernán obedeció a su padre y se dispuso a revisar papel por
papel donde Rodrigo le había indicado. Mientras tanto, éste seguía buscando frenéticamente
por el resto del módulo.
-¿Por qué hay que encontrar eso papá?-
Preguntó Hernán mientras revisaba un pila de hojas.
–Porque es importante- Respondió su padre sin
levantar la cabeza.
-¿Y por qué es importante? Retrucó Hernán.
–Bueno, porque... es difícil de explicar,
cosas legales… ¿viste?- E intentó cambiar de tema esperando que su hijo se
olvide de la pregunta y vuelva a la búsqueda, pero eso no fue suficiente para
calmar la curiosidad de Hernán, que veía toda esa situación con extrañeza, como
si fuese un juego más.
–Bueno,
mirá, el tema es así. Hace un par de semanas hice un trabajo para la Federación.
¿Te acordás que me fui por unos días?
-Si,
me acuerdo-
-Bueno,
el trabajo, según me habían dicho, era llevar un cargamento al Planeta P, en la
otra punta de la galaxia. El dinero era bueno, y las otras veces que había
trabajado para ellos había salido todo bien, así que acepté. Yo sabía que la
Federación Intergaláctica de Planetas estaba teniendo problemas con algunos
planetas deshabitados del extremo galáctico y cuando les pregunté, me dijeron
que el cargamento era de provisiones para los operarios. Pero cuando llegué
allá descubrí que nada era como me habían dicho. Primero, el Planeta P no
estaba deshabitado, sino que moraban ahí unas criaturas monstruosas, especie de
insectos gigantes, amarillos con rayas negras, de varios metros de altura, con
patas filosas y bocas con tenazas prensiles. Eran millones, se movían en grupos
gigantescos. Unos sobre otros, arremolinados siguiendo el rastro de mi nave.
Chillando para avisar a los otros insectos hacía donde me dirigía.
Al
acercarme al punto de entrega, vi que el lugar era un fuerte militar
improvisado, completamente rodeado por esas horrendas criaturas que intentaban
una y otra vez, sortear las defensas del lugar y tomarlo por asalto. Finalmente,
al descender en el helipuerto, descubrí que no eran operarios los que allí se
encontraban sino soldados. Parece que la Federación estaba invadiendo todo ese sector poco
explorado de la galaxia y se había encontrado con la fauna local dispuesta a resistir.
Para colmo, lo que estaba llevando no eran provisiones, sino armas. Ni bien
descendí, en lugar de realizar la descarga, todo el personal de la base se
subió a la nave y me pidieron por favor que los sacara de ahí. Mientras nos íbamos
pude ver como las defensas de la base fallaban y las hordas de insectos
gigantes tomaban el lugar, devastándolo.
Nunca
me había sentido peor en mi vida, me habían engañado como nunca antes. De
haberlo sabido, nunca hubiese aceptado ese trabajo. Mintieron porque nadie hubiese
aceptado ese trabajo sabiendo que ellos eran los invasores. Para colmo, hace un
rato me llamaron los abogados de la Federación intimándome a pagarles por haber
incumplido el contrato y ayudar a desertar a sus soldados ¡Dicen que soy yo el
culpable de que hayan perdido la base! ¡Que ridículos por favor!-.
Mientras
Rodrigo terminaba de desahogarse, Hernán miró debajo de un álbum de fotos y
encontró el documento que su padre tan desesperadamente buscaba. Lo levantó a
la altura de su rostro con expresión ganadora y sin decir palabra se lo dio.
Rápidamente Rodrigo buscó entre las hojas.
–
¡Acá está! Artículo 765.324f... “Planeta deshabitado”... “Personal civil” y
está firmado por el reclutador en jefe.-
-¿Y
eso que quiere decir?- Preguntó Hernán desconcertado.
–Eso
quiere decir que a la Federación
Intergaláctica de Planetas se le terminaron las mentiras-.
Discrepo, che!
ResponderEliminarLas mentiras nunca se acaban.
Saludos
J.
Solo nos queda desear que, aunque sea en el futuro, las mentiras tengan patas cortas.
ResponderEliminarGracias por comentar