“El gogogo salió de su guarida y miró alrededor, esperando a
que sus ojos se acostumbraran a la luz. Podía pararse en sus patas traseras,
pero prefería el andar de los cuadrúpedos: estaba ahorrando energía para el
largo invierno que se aproximaba.
Los humanos
aparecieron de todas partes. Le apuntaban con extrañas armas, diseñadas
especialmente para darle caza. El gogogo gruñó, anticipándose al primer
disparo.
Ya llevaba tres partidas perdidas. Definitivamente Carlos
era el mejor jugador de Cuco en la empresa. Cuando Clarisa pidió un piloto para
un viaje corto, aproveché la oportunidad de retirarme antes de perder la
cuarta.
Tenía que llevar a
tres adolescentes hasta un punto en el sector norte del planeta Oké-mo. Todos
sus papeles estaban en orden, así que salimos de inmediato.
Ignorando mis muchos
intentos por empezar una conversación, los jóvenes cuchichearon entre ellos
todo el viaje. Cuando llegamos, bajaron casi al instante y fueron corriendo
hacia un montículo que se vislumbraba a lo lejos. Yo debía esperarlos, pero mi
curiosidad siempre pudo más…
Casi grito de
sorpresa al ver la escena que se escondía detrás del montículo. Una veintena de
personas con vestimentas camufladas y armamentos flotaban en el aire en un
círculo perfecto y se contorsionaban con muecas de dolor. Flotaban alrededor de
la enorme criatura, el gogogo
, de más de diez metros de altura, que les rugió
amenazadoramente. Los adolescentes que yo había llevado entonaban cantos de
burla hacia los cazadores, a la vez que desplegaban una bandera en la que se
leía “No a la caza del gogogo de Oké-mo”.
De repente, una
fuerza invisible me levantó del piso. El gogogo, parado en sus patas traseras,
dirigió su mirada hacia mí. A pesar de estar siendo arrastrado por los poderes
mentales de un extraterrestre gigante, no sentí nada de miedo. Creo que él
mismo tranquilizaba mi mente, a la vez que la examinaba. Varias imágenes de mi
pasado se proyectaban frente a mis ojos, a medida que el gogogo intentaba saber
de qué lado estaba.
Intenté hablarle,
pero estaba totalmente inmovilizado. Tampoco sabía si entendería mis palabras.
Entonces, hice un gran esfuerzo y me imaginé repetidas veces a mí mismo,
yéndome en mi nave con los adolescentes y todas las armas de los cazadores. Después
podría soltarlos sin peligro.
Después de un rato,
el gogogo me entendió.”
-¿Y que hiciste con todas las armas?
- Hice que mis pasajeros las destruyeran durante el viaje, a la vez que
les decía mi opinión sobre burlarse y festejar mientras hay vidas en peligro, aunque esas
vidas hayan cometido un terrible error.
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