-Siempre
soñé con ser científica, pero en este universo ya se descubrió casi todo lo
importante. Los únicos misterios que quedan por investigar son cosas menores.
Ya no quedan grandes plagas por sanar, grandes injusticias por balancear, ni
grandes problemas por solucionar. No es una muy buena perspectiva la de los
científicos hoy por hoy: recapitular obras clásicas, chequear cada tanto que
las leyes físicas conocidas se sigan aplicando, y no mucho más. A lo sumo
volverse inventor, como tu hermano, y dedicarse a seguir caprichos creativos.-
Su
sonrisa era increíble, jamás había visto a nadie así. Ni en la nebulosa de
Rigan, ni en las colonias de los cúmulos Lovares. Ninguna mujer del universo
sonreía como ella, pero por detrás de esa sonrisa había algo más. Algo que no
pude o no quise ver hasta que fue demasiado tarde. Una sombra la perseguía,
opacaba el brillo de sus ojos y la agitaba cuando dormía. Era una pena
imposible de percibir o de entender, era la nostalgia por saber que su mayor
deseo en la vida jamás se cumpliría.
-Creo
que el único desafío que le queda a un científico de ley, es descubrir qué hay
dentro de un agujero negro. Me sorprende que aún no se sepa. Hay teorías, eso sí:
Hotchkings decía que dentro de un agujero negro las leyes conocidas de la
fisicoquímica se invierten y el tiempo deja de correr; La Doctora Nabuti
afirmó una vez que eran portales a otras dimensiones, tan extrañas y ajenas que
serían imposibles siquiera de imaginar; Tartaq coincidía con la Doctora Nabuti en que eran
portales, pero no a otra dimensión sino a otro tiempo-.
Las
corrientes energéticas surcaban el espacio alrededor de una pequeña nave de
exploración. A unos pocos miles de kilómetros un agujero negro absorbía toda la
materia que no poseía la fuerza suficiente como para escapar a su oscuro
abrazo. Dentro de la nave, un hombre y una mujer se miraban a los ojos con
tristeza. Sabían que no volverían a verse y, sin embrago, ninguno de los dos se
animaba a decirlo. Ninguno se atrevía a admitir que probablemente esa sería la
última vez que se mirarían a los ojos. Rodrigo sabía que jamás volvería a ver
su sonrisa, y aún así, no pudo mas que disimular un “hasta luego” mientras
Micaela subía al módulo exploratorio y se lanzaba a explorar lo inexplorado,
camino a una aventura de la que no sabía cómo terminaría. Mirándola desde la
nave, Rodrigo la vio irse para siempre; detrás quedaron sus sueños, esperanzas
y la promesa de un futuro juntos.
Rodrigo
se despertó sobresaltado, estaba cubierto por sudor frío y jadeaba con la boca
abierta. Tenía la garganta seca y en su mente anidaba la idea de haber tenido
una pesadilla horrible.
-¿Estás
bién, papá?- Preguntó Hernán que lo observaba parado en el umbral de la
habitación. Tenía tanto miedo como curiosidad por ver a su padre teniendo un
mal sueño tan intenso.
-Sí,
hijo, estoy bien. Ya me desperté. ¿Vos estás bien? Es tarde, hay que volver a
dormir- dijo Rodrigo mientras se levantaba de la cama dispuesto a acompañar a
Hernán de regreso a su habitación. Mientras veía como su padre se le acercaba le
preguntó:
-¿Quién
es Micaela?
Al escuchar esas palabras Rodrigo se detuvo de
inmediato, un temblor recorrió su cuerpo, había pasado mucho tiempo desde la
última vez que había escuchado ese nombre. A duras penas intentó disimular su
nerviosismo.
-¿Por
qué preguntás eso, hijo? ¿Dónde escuchaste ese nombre?
-Lo
decías vos, recién, mientras dormías, papá-.
Rodrigo estaba sin palabras, no sabía qué
responder. Sólo se limitó a tomar del brazo a su hijo gentilmente, y se
disponía a acompañarlo hasta su cama cuando este preguntó:
-¿Soñabas
con mamá?
Malditos sueños que deschaban nuestros secretos...
ResponderEliminarSaludos
J.
Tengo un amigo que es sonámbulo, imaginate los secretos que anda revelando sin darse cuenta!!!!
ResponderEliminar¿Cuándo comienza la segunda temporada de cuentos? ¿Falta mucho?
ResponderEliminarSaludos
J.