miércoles, 22 de julio de 2015

3- Un nuevo atardecer

 Anochecía en la ciudad, los nuevos motores de reacción limpia aún no habían suplantado por completo a los de combustión y el smog todavía podía respirarse en el aire. Andrés salió de las oficinas de la Unidad de Relocalización de Robots Abandonados y partió rumbo a su casa como tantas otras veces lo había hecho. Debía esquivar a la muchedumbre, enloquecida por regresar lo antes posible a su hogar, que atestaba las calles, y dirigirse rumbo al subterráneo intercontinental. Como todos los días que viajaba en el subterráneo, se acercó a unos veteranos de la infame guerra ferónica que esperaban en la entrada, abandonados por la fuerza que habían jurado proteger. Estaban en la calle a la espera del premio que su nación les había prometido por ir a pelear una guerra injusta. Inhabilitados de por vida para ejercer cualquier función pública por las heridas de guerra, pasaban sus días esperando que el reconocimiento les llegue. No podían hacer mucho, solo esperar en la calle. Andrés les dio unos créditos que tenía preparados en el bolsillo, no tenían dinero para comer, mucho menos para arreglar las desvencijadas prótesis mecánicas que los remendaban, y bajó por las escaleras mecánicas que lo sumergieron en las profundidades de la ciudad. 
La luz artificial dejaba mucho que desear, de baja calidad, el color no podía siquiera imitar la luz solar de una estrella lejana. No era difícil reconocer que el subterráneo intercontinental se encontraba en un estado muy precario. A la mala iluminación se le sumaban filtraciones de humedad en el cieloraso y las  paredes, la suciedad acumulada por semanas, los olores rancios y la poca ventilación en general. Andrés se sabía de memoria los pasajes y corredores del subterráneo, sabía cuales eran los lugares que se inundaban, conocía los recovecos sin luz y los pasillos sin salida, así que no tardó mucho en llegar al andén donde esperaría su transporte. Por un momento creyó percibir los restos inservibles de un robot de mantenimiento en un corredor oscuro. Eso no debía pasar, el subterráneo intercontinental se encontraba en pésimo estado, pero los robots de mantenimiento  aún estaban en funcionamiento. Nada justificaba que hubiesen restos de robot desperdiciados en un pasillo oscuro, inclusive el mas inservible de los desechos robóticos terminaba en las bóvedas de reciclaje. Rápidamente descartó la idea, diciéndose a sí mismo que debía tratarse de un vagabundo cubierto de piezas de metal térmico para resguardarse de la humedad del piso y descansar mejor en la penumbra, y siguió caminando hasta llegar al andén.
El lugar estaba casi vacío, los pasajeros que esperaban silenciosos y evitando mirarse unos a otros no llegaban a la media docena. Algunos miraban las nuevas pintadas que aparecieron en las paredes de la Estación, era un símbolo que se repetía varias veces: un engranaje en llamas. Andrés no prestó atención a las pintadas. "Otro grupo de malvivientes buscando reconocimiento", murmuró para sí mismo y volvió a mirar hacia la oscuridad del túnel para adivinar cuánto faltaría para que llegase su transporte.
 Algunas de las personas de la estación comenzaron a hablar unas con otras, pero Andrés decidió colocarse contra una columna para esconderse y evitar a los extraños. Este aislamiento le resultaba de lo más común y conveniente, ya que normalmente no disfrutaba de socializar. Sin embargo, al poco tiempo, un ruido lejano sacó a Andrés de su sopor. En el extremo opuesto del andén había un robot de limpieza semidestruido, que se movía a los tumbos entre las paredes y los asientos de espera. Se acercó al robot y lo examinó con cautela: sus detectores de movimiento y espacio estaban cubiertos de pintura; las garras prensiles habían sido arrancadas de cuajo; la antena-vínculo con la computadora central parecía haber sido completamente incinerada, imposible de reparar; y, sobre su pecho, pintado en aerosol, estaba el dibujo del engranaje en llamas. Sin pensarlo, Andrés se acomodó cerca del robot y sacó de su bolso sus herramientas de trabajo. Primero retiró los sensores, los limpió con solvente orgánico y los volvió a colocar. Inmediatamente el robot de limpieza se recompuso y agradeció a Andrés por lo que estaba haciendo, 
-”Modo interfaz vocal activado” Gracias humano, es muy incómodo no poder ver absolutamente nada. 
-De nada robot, ahora mismo voy a intentar arreglar tus garras- dijo Andrés mientras preparaba sus herramientas para la tarea. Sin embargo las garras prensiles habían sido arrancadas y no las veía en las inmediaciones.
-Hmm… - masculló Andrés rascándose la barbilla ante el problema. -necesito que busques en tu registro de memoria para ver dónde quedaron tus garras.
-Sí, no hay problema, el daño que tengo es estructural, el archivo de memoria se encuentra intacto. Muy bién, analizando pedido de información.- “Blip, blip, blip, peeeeeeeep” -Según el registro me encontraba realizando tareas de limpieza y mantenimiento en el sector operativo cuando fui atacado por un grupo de cuatro individuos que bloquearon mis sensores con pintura fresca y luego arrancaron mis garras. Imposibilitado de ver y de autorrepararme vagué por casi veinte minutos hasta que me reparaste.
-¿Quiénes eran los individuos que te atacaron?
- No lo sé. Sus rostros no aparecen en la nómina de empleados autorizados para estar en el sector operativo. Según mi unidad simuladora de intuición, revisando los archivos visuales de mi memoria, estuvieron en esta estación por lo menos en tres oportunidades diferentes, como pasajeros.
-Robot, necesito que entres en el modo emergencia código de acceso universal 999- inmediatamente el robot se puso firme esperando indicaciones de Andrés, que continuó diciendo:
 -Algo está muy mal. ¿Dónde está el sector operativo robot?  tengo que investigar antes de que pase algo malo Sé que tu antena de anlace está dañada, ¿podés ir hasta la cabina de comunicaciones para avisar por interfaz vocal? ¡Necesitamos alertar a las autoridades inmediatamente!- 
Luego de indicarle a Andrés el camino, el robot de limpieza salió apurado a cumplir sus nuevas órdenes; en el modo emergencia, ignoraba voluntariamente toda la suciedad y desorden que se había acumulado en la estación.

 El camino hacia la central de control no había resultado difícil siguiendo las indicaciones del robot, pero, por las dudas, Andrés había preparado su fiel llave de tuercas de ochenta centímetros de largo para estar prevenido ante cualquier ataque. Normalmente una herramienta así resultaría completamente inútil para su trabajo habitual en U.R.R.A., pero desde que los emisores de antigravedad leve se habían comercializado en masa, los instaló en su caja de herramientas y podía cargarla con lo que quisiese sin importar el peso. Su llave de tuercas podía resultar poco práctica para el trabajo cotidiano, pero era un arma formidable si la situación lo ameritaba.
Andrés sospechaba lo peor, uno de los pocos robots que todavía funcionaba en la estación había sido vandalizado de una forma muy sospechosa: Sin el vínculo de enlace, no podía pedir ayuda, sin las garras, no podía mover máquinas y sin la visual, no sabría donde ir para conseguir ayuda. Algo raro ocurría y Andrés creía saber de qué se trataba. Al llegar al sector operativo encontró la puerta entreabierta con un emblema recién pintado: nuevamente el engranaje en llamas hacía su aparición. Una ruidosa conversación se escuchaba dentro, varias personas vociferaban y daban grotescas risotadas. Andrés se acercó despacio y asomó por la rendija: había cuatro personas, uno de ellos, corpulento y de piel verdosa, vestido con pantalón y chaleco de cuero negro, era el líder. De los otros tres, dos parecían humanos, también vestidos de cuero, y el último tampoco parecía no ser de este planeta, era más pequeño que sus compañeros y de piel rojiza, vestido con algo que parecía ser una túnica marrón. Los cuatro estaban trabajando sobre un artefacto colocado en el tablero de control. 
-¿Glut, en cuanto ajustamos el temporizador para que detone?- preguntó el ser rojizo. 
-¡Cinco minutos parásito! Es tiempo suficiente para escapar antes de que todo esto vuele por el aire.
Al escuchar esto Andrés se sobresaltó, no podía esperar a que llegase la policía, debía actuar pronto. No sabía nada sobre temporizadores ni artefactos explosivos, por lo que debía detenerlos antes de que lo activasen. Sin pensarlo dos veces empuño su llave de tuercas con ambas manos y abrió la puerta de una patada que tomó a todos por sorpresa. Aún sorprendidos, los cuatro vándalos se lanzaron a atacarlo, pero no estaban preparados para esa pelea. Primero, uno de los humanos cayó bajo un golpe de llave de tuercas que impactó de lleno en su cabeza y lo dejó fuera de combate por completo. Luego alejó al otro humano con una patada en el pecho mientras atacaba con la llave de tuercas al humanoide rojizo, pero éste era muy escurridizo y pudo esquivar los ataques. Andrés prefirió rematar al otro humano antes de que pudiese recuperarse de la patada anterior. Así quedó frente a frente con Glut, con su piel verde opaco, quien se acomodó para pelear mano a mano, con una leve sonrisa en su rostro. Andrés se sabía rodeado, debía enfrentar a dos alienígenas muy diferentes, uno pequeño y rápido, el otro enorme y fuerte. Sin perder el tiempo Glut se lanzó al ataque con un grito de guerra parecido a un gruñido gutural. Andrés quiso retroceder para esquivarlo, pero se vio sujetado por la espalda por el otro extraterrestre. No podía quitárselo de encima para evitar el ataque, así que decidió darse media vuelta y anteponer al ser rojizo entre él y Glut. 
-Nunca debe darse la espalda a enemigo en un combate- repitió para sí Andrés- pero en este caso hacer la excepción parece lo más lógico.
 El forcejeo no duró mucho. Enfurecido, Glut arrancó de la espalda de Andrés al parásito para poder enfrentarlo él mismo, pero el humano aprovechó para escabullirse del poderoso ataque y contraatacar con su llave de tuercas a la espalda del corpulento ser verde. Cuando se disponía a atacarlo nuevamente, Andrés sintió como dos frías manos le tapaban los ojos desde atrás: nuevamente era el parásito que intentaba inmobilizarlo para que Glut lo atacase. Antes de que pudiese intentar nada, Andrés sintió un fuerte golpe en el abdomen que lo dejó sin aire y no pudo evitar desplomarse sin fuerzas para terminar perdiendo la conciencia. Luego, oscuridad. 

Andrés despertó sintiendo un terrible dolor en todo el cuerpo, y la cabeza le daba vueltas. 
-Ahí se está despertando jefe- Escuchó decir a una voz cercana.
-Buen día ciudadano ¿puede oirme?- Le preguntó una voz mientras lo ayudaba a recomponerse. Poco a poco Andrés recuperaba la vista, Reconoció que seguía en el sector operativo donde había peleado, pero el lugar estaba lleno de policías. Podía ver a los dos humanos que él había dejado inconscientes esposados; también estaba estaba Glut, el gigante de piel verde, atado de pies y manos forcejeando para liberarse, gruñendo encolerizado.
-No te preocupes, ya está todo bajo control. El robot de mantenimiento que dio la alarma nos dijo que vos lo habías ayudado. No llegamos a tiempo para evitar que el grandote y el rojizo te apalearan, pero los detuvimos antes de que pudiesen activar el explosivo. Lamentablemente el pequeño se nos escapó, pero tenemos a los otros tres.
Andrés se incorporó luchando contra el dolor que sentía en todo su cuerpo. Le habían dado una buena paliza, pero había podido evitar una catástrofe. En el reglamento interno de la Unidad de Relocalización de Robots Abandonados la principal cláusula decía que su función era la de ayudar al bien común. Había prometido cumplir con sus funciones, incluso fuera de su horario laboral, incluso a costa de ponerse a sí mismo en riesgo.

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