- Hoy te
voy a contar una historia de “había una vez”.
- ¿Qué es eso?
- Son cuentos sobre cosas que pasaron hace
mucho tiempo, y que no se sabe si son verdad o no.
Este robot, te imaginarás, no era un robot
doméstico, común y corriente. Tenía una habilidad especial que hacía que nadie
pudiera acercársele. Ni siquiera los empleados de la Unidad de Relocalización de
Robots y Androides, que usualmente pedían ser relocalizados ellos mismos después
de intentar siquiera acercársele.
Esto se contaba y repetía una y mil veces en
las calles. Pero Espero no creía en esas cosas. Y, como siempre, tampoco hacía
caso de las advertencias de sus padres o a las cintas policiales. Él tenía que
saber qué había ahí adentro.
- Seguro que hay un tesoro en esa casa-
aseguró Espero.
- No
sé, Espe, a mí mi mamá no me deja ni pasar por la vereda. Ni mirarla de lejos,
casi.
-
Dale, no seas miedoso. Vamos.
-
No, yo no voy a ir. Andá vos si sos tan valiente.
Y eso era lo que necesitaba escuchar. Había
empezado esa conversación solo para meterse la presión extra de un amigo
empujándolo a hacerlo, para así poder dejar de lado el miedo. Porque tenía
miedo, aunque no sabía a qué.
- Ya
vas a ver que sí- respondió.
Se trepó a las rejas, y saltó con habilidad
del otro lado. Entró a la casa, que había sido dejada abierta por sus últimos
visitantes. La oscuridad era total.
Entonces, la vio: terrible y enorme, con su
cabello de serpientes y su mirada fatal. El contacto visual fue inevitable, y a
través de sus ojos la criatura entró en su mente. Espero se sintió de piedra.
Cada vez más quieto, cada vez más frío. La criatura se acercó a él y, en el
momento final, el chico se desmayó.
Despertó y, desesperado, se encontró con que
todavía estaba dentro de la casa. No era un sueño. La criatura no parecía estar
cerca. Corrió hacia la puerta pero, para su sorpresa, estaba cerrada. Lo mismo
las ventanas.
Ruidos. La criatura iba a volver. Espe prefería
cualquier cosa antes que volver a ver en esos ojos diseñados para encontrar el
temor que ya habita en uno y potenciarlo.
En el fondo del salón había un mueble,
cubierto por una sábana. Desesperado, Espe se escondió detrás, con la mala
suerte de que pisó la sábana al pasar, y ésta cayó sobre él, dejando al
descubierto una antigua pantalla de T.V.
“Que no me vea, que no me vea” se decía
Espero, sabiendo que eso era imposible. La criatura ya lo había localizado, y
se dirigía a donde él estaba. Los ojos robóticos se vieron reflejados en la
lisa pantalla e intentaron entrar en los ojos que intentaban entrar en los ojos
que intentaban entrar en los ojos… y eso fue todo.”
-¿Y qué paso con Espero?
- Tardó en salir del susto, pero en cuanto
vio que su enemigo era una simple ilusión creada por un robot, pudo irse a su
casa.
- Y se compro un espejo- agregó Hernán- para
descubrir más ilusiones otro día.
Supongo que esa fantasía es lo que se intenta transmitir con cualquier entretenimiento, sea la lectura, la visión de una película, un videojuego...
ResponderEliminarun saludo
Creo que no siempre, ¡pero sí muchas veces! Es lindo ver que el que recibe lo que uno hace, lo hace crecer aunque sea un poco.
Eliminar¡Saludos, gracias por comentar!