Hernán observó como su padre iba y venía por la sala principal del cubículo habitacional donde vivían, en la superficie lunar. Rodrigo, habiendo terminado los preparativos se acercó a su hijo para despedirse:
-Bueno hijo, sabes que esta noche me voy, pero no voy a
tardar mucho-
-Si, papá, ya sé, vas a estar de vuelta antes de que se
cruce la constelación de Orión con Júpiter.-
-Sí, es un rato nomás. Aparte voy a activar a la Holoniñera. Ayer
le estuvimos haciendo el chequeo de rutina con tu tío y anda de mil maravillas.
Ni parece que hubiera estado guardada tanto tiempo. No debés ni acordarte vos
de ella...-
-Uhm, no sé.
-Y no, vos eras bebé todavía
la última vez que la usamos. Pero bueno, ella queda a cargo, es un poco viejita,
así que vas a tener que hablarle despacio y está un poco sorda también, pero
vas a ver que es buenísima. Ya está programada, después de la cena, vas a poder
jugar un rato y después a dormir.-
- A ha-
-¡No la hagas renegar eh! Mirá que me va a contar todo lo
que hagas. A ver si te pasa como a esos pobres Burgundios hace tres siglos.-
-¿Los Burgundios?-
-Si, ya los vas a ver en las holoclases de historia dentro
de uno o dos ciclos. Hace mucho los Burgundios le tenían tanto miedo a las
pesadillas que le pidieron a un solitario científico que los ayudase, y este
creó a los Mitomorfos, unos seres capaces de hacer desaparecer a los malos
sueños. Lo que el científico nunca les había dicho era que los Mitomorfos no
hacían desaparecer a los malos sueños sino que se alimentaban de ellos.
Al principio todo funcionó muy bien, pero con
el tiempo los Burgundios fueron acostumbrándose a no tener más pesadillas y los
Mitomorfos fueron quedándose sin alimento. En ese momento comenzaron a
alimentarse de otras cosas. En un comienzo fueron otros sueños, pero a medida
que se iban quedando sin alimento empezaron a devorar pensamientos, emociones y
cualquier sentimiento. Tal fue el problema que después de unos meses ya que no quedaban
Burgundios que sintiesen nada, no quedaban artistas, ni románticos, ni
deportistas, porque nadie tenía ganas ni motivos para esforzarse ni para sentir
nada de nada. Como el solitario científico era el único que podía comprender lo
que ocurría, decidió subir a todos los Mitomorfos a un pequeño satélite rocoso transportable
que tenía y se alejó del planeta para no volver jamás.-
-¿Y qué pasó?-
-No se sabe, hay muchas leyendas, cada tanto aparece alguien
diciendo que vio pasar el satélite por algún lugar lejano de la galaxia; también
hay reportes vagos de enjambres de seres alados rondando las usinas de suero
creativo.
Y ahora ya es tarde, Hernán. Me tengo que ir yendo.-
Y ahora ya es tarde, Hernán. Me tengo que ir yendo.-
-Ufa, yo quería que me cuentes un cuento hoy también.-
-Sí, hijo, ya sé, yo también quería. No va a poder ser, pero
si la Holoniñera
me dice que te portaste bien, mañana te llevo a jugar a los Campos Eliseos de
Marte y a la noche te cuento la historia completa de la Luna-Sol de Ganímedes. ¿Te
parece bien?-
-¡Sí! ¡A los Campos Eliseos! ¡Siiiiiiiiiiiiiii!-
-Bueno hijo, es un trato. Pero ahora me tengo que ir, así
que a comer y cuando llegue la hora, a dormir ¿dale?-
-Bueno dale.-
-Te quiero mucho, hijo. Hasta mañana.-
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