-¿Alguna vez dudaste de tu propio trabajo?-
Preguntó Hernán a Rodrigo mientras se preparaba para dormir.
-Mmm... Sí, puede ser.
“Recuerdo
que esto ocurrió hace bastante tiempo. Con tu tío Norberto, el inventor,
habíamos aceptado ir a buscar un cristal que solo se encontraba en las cuevas
de un planetoide llamado Calcidea.
Desde un principio sospeché que no debía haber
aceptado ese en
cargo. Resulta que el cristal de calcideana era un material muy
raro y difícil de conseguir, y por el solo hecho de asegurarse de que no lo
vendamos a un mejor postor, Marcos, nuestro empleador, demandó acompañarnos en
el viaje. También nos acompañaba su asistente personal: Leandro. Tenía una
novia del planeta Mejio esperándolo a su regreso y deseaba ahorrar suficiente
dinero para poder abrir su propio bar algún día.
El viaje de ida no fue la gran cosa, Marcos se
había encerrado en su camarote y solo salía de vez en cuando para vociferar
alguna orden o para quejarse. Mientras tanto, el tío Norberto y yo nos
ocupábamos del funcionamiento de la nave y cada tanto, cuando se liberaba, Leandro
se nos unía a conversar. Resultó se bastante buena persona.
La llegada fue fácil. Aterrizamos cerca de la
entrada de una cueva, nos pusimos los trajes protectores y entramos. No
encontramos ningún inconveniente dentro. Los caminos eran fáciles de recorrer y
sin demasiado problema llegamos a una gran veta de calcideana. Sin perder el
tiempo Marcos extrajo un fragmento tan grande como pudo hacer entrar en el
estuche contenedor, y nos dispusimos a salir.
Teníamos lo que habíamos ido a buscar y la
salida estaba al final del último corredor, pero nos encontramos con algo que
no estaba antes. Parecía un espejo, pero no era estático: estaba vivo, se
movía, latía. Era la propia calcideana que no permitiría que nos llevásemos
aquel fragmento de mineral. Emergió desde su interior, como saliendo a la superficie,
una figura humanoide cuya forma cambiaba a cada segundo. Nos miramos con tu tío
y los demás socarronamente, confiados en que no presentaría ningún problema
para nosotros. Pero de a poco, fuimos olvidándonos los unos de los otros, absorbidos
por lo que cada uno veía reflejado delante de sí.
Vi como la nave que tenía en aquel momento, la
que utilizaba para trabajar, cambiaba hasta convertirse en una último modelo
primero, y en una nave que aún no existía, infinitamente más rápida y con mayor
capacidad de carga después. Pude verme también a mí mismo inaugurando mi propia
empresa, siendo exitoso y derrotando a toda la competencia. Luego pude ver como
me volvía el nuevo emperador del universo. Pero eso no era lo que yo quería, para
mí aquello era un trabajo solamente, nunca me había interesado conquistar la
galaxia ni mucho menos.
Entonces, turbado, aparté la vista del espejo
y vi como los demás estaban igual de absorbidos por lo que veían. Las imágenes
del espejo los maravillaban, Leandro comenzó a pestañar y a desconcentrarse de
la misma manera que yo lo había hecho poco tiempo atrás y alejó la vista del
espejo. En ese momento vi también que del espejo surgían unos tentáculos
vidriosos que se acercaban a tu tío y a Marcos. Por eso me apresuré y sacudí a
Norberto del brazo para sacarlo del trance en el que estaba. Leandro intentó
hacer lo mismo con su jefe, pero no tuvo la misma suerte: al descubrir que lo intentaban
separar de la imagen del espejo, Marcos golpeó a Leandro, alejándolo de si y se
entregó de lleno a sus visiones. Mientras nos alejábamos vimos como aquellos
extraños tentáculos cubrían completamente a Marcos que, simplemente, reía a
carcajadas. Él había elegido quedarse, su deseo de poder y riquezas fue
demasiado y no pudo escapar.
Finalmente llegamos a la nave y escapamos de
aquel mundo. Leandro me dijo después que el había visto como abandonaba el
trabajo de asistente de Marcos y ponía con sus ahorros un bar en un asteroide
en los anillos de Júpiter y como poco a poco su negocio crecía hasta volverse
un zar de la noche espacial.
-Eso
fue lo que me hizo desconfiar de lo que estaba viendo: no me gusta la noche
espacial, es muy oscura como para gobernarla-. Nunca supe que era lo que había
visto tu tío.
Lamentablemente
tanto la piedra calcideana que habíamos ido a buscar como nuestro empleador
habían quedado dentro de aquella caverna, y nos quedamos sin pago.”
-Bueno, esa fue la primera vez que dudé
verdaderamente de mi trabajo, claro que siempre me gustó progresar, mejorar mi
herramienta de trabajo y esas cosas, pero jamás pensé en tener tanto poder.
-En la holoescuela aprendimos que el poder
total es aburridísimo.- reflexionó Hernán.
-Buenas noches, hijo.
-Buenas noches, papá.
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