lunes, 20 de enero de 2014

Las cuevas de Calcidea



-¿Alguna vez dudaste de tu propio trabajo?- Preguntó Hernán a Rodrigo mientras se preparaba para dormir.
-Mmm... Sí, puede ser.

“Recuerdo que esto ocurrió hace bastante tiempo. Con tu tío Norberto, el inventor, habíamos aceptado ir a buscar un cristal que solo se encontraba en las cuevas de un planetoide llamado Calcidea.
 Desde un principio sospeché que no debía haber aceptado ese en
cargo. Resulta que el cristal de calcideana era un material muy raro y difícil de conseguir, y por el solo hecho de asegurarse de que no lo vendamos a un mejor postor, Marcos, nuestro empleador, demandó acompañarnos en el viaje. También nos acompañaba su asistente personal: Leandro. Tenía una novia del planeta Mejio esperándolo a su regreso y deseaba ahorrar suficiente dinero para poder abrir su propio bar algún día.
 El viaje de ida no fue la gran cosa, Marcos se había encerrado en su camarote y solo salía de vez en cuando para vociferar alguna orden o para quejarse. Mientras tanto, el tío Norberto y yo nos ocupábamos del funcionamiento de la nave y cada tanto, cuando se liberaba, Leandro se nos unía a conversar. Resultó se bastante buena persona.
 La llegada fue fácil. Aterrizamos cerca de la entrada de una cueva, nos pusimos los trajes protectores y entramos. No encontramos ningún inconveniente dentro. Los caminos eran fáciles de recorrer y sin demasiado problema llegamos a una gran veta de calcideana. Sin perder el tiempo Marcos extrajo un fragmento tan grande como pudo hacer entrar en el estuche contenedor, y nos dispusimos a salir.
 Teníamos lo que habíamos ido a buscar y la salida estaba al final del último corredor, pero nos encontramos con algo que no estaba antes. Parecía un espejo, pero no era estático: estaba vivo, se movía, latía. Era la propia calcideana que no permitiría que nos llevásemos aquel fragmento de mineral. Emergió desde su interior, como saliendo a la superficie, una figura humanoide cuya forma cambiaba a cada segundo. Nos miramos con tu tío y los demás socarronamente, confiados en que no presentaría ningún problema para nosotros. Pero de a poco, fuimos olvidándonos los unos de los otros, absorbidos por lo que cada uno veía reflejado delante de sí.
 Vi como la nave que tenía en aquel momento, la que utilizaba para trabajar, cambiaba hasta convertirse en una último modelo primero, y en una nave que aún no existía, infinitamente más rápida y con mayor capacidad de carga después. Pude verme también a mí mismo inaugurando mi propia empresa, siendo exitoso y derrotando a toda la competencia. Luego pude ver como me volvía el nuevo emperador del universo. Pero eso no era lo que yo quería, para mí aquello era un trabajo solamente, nunca me había interesado conquistar la galaxia ni mucho menos.
 Entonces, turbado, aparté la vista del espejo y vi como los demás estaban igual de absorbidos por lo que veían. Las imágenes del espejo los maravillaban, Leandro comenzó a pestañar y a desconcentrarse de la misma manera que yo lo había hecho poco tiempo atrás y alejó la vista del espejo. En ese momento vi también que del espejo surgían unos tentáculos vidriosos que se acercaban a tu tío y a Marcos. Por eso me apresuré y sacudí a Norberto del brazo para sacarlo del trance en el que estaba. Leandro intentó hacer lo mismo con su jefe, pero no tuvo la misma suerte: al descubrir que lo intentaban separar de la imagen del espejo, Marcos golpeó a Leandro, alejándolo de si y se entregó de lleno a sus visiones. Mientras nos alejábamos vimos como aquellos extraños tentáculos cubrían completamente a Marcos que, simplemente, reía a carcajadas. Él había elegido quedarse, su deseo de poder y riquezas fue demasiado y no pudo escapar.
 Finalmente llegamos a la nave y escapamos de aquel mundo. Leandro me dijo después que el había visto como abandonaba el trabajo de asistente de Marcos y ponía con sus ahorros un bar en un asteroide en los anillos de Júpiter y como poco a poco su negocio crecía hasta volverse un zar de la noche espacial.
-Eso fue lo que me hizo desconfiar de lo que estaba viendo: no me gusta la noche espacial, es muy oscura como para gobernarla-. Nunca supe que era lo que había visto tu tío.
Lamentablemente tanto la piedra calcideana que habíamos ido a buscar como nuestro empleador habían quedado dentro de aquella caverna, y nos quedamos sin pago.”

-Bueno, esa fue la primera vez que dudé verdaderamente de mi trabajo, claro que siempre me gustó progresar, mejorar mi herramienta de trabajo y esas cosas, pero jamás pensé en tener tanto poder.
-En la holoescuela aprendimos que el poder total es aburridísimo.- reflexionó Hernán.
-Buenas noches, hijo.
-Buenas noches, papá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario