- El otro día te hablé sobre cómo escapé de
la casa del desierto. Hoy te voy a contar como volví a entrar.
“Llegué a la nave y llamé para pedir ayuda.
Claro que las autoridades me exigían que vaya al planeta habitado más cercano y
explicara ahí lo sucedido.
-
Usted se encuentra en un planeta desierto con una atmósfera altamente tóxica- me
decía la joven en la holollamada-. Es muy probable que estos fenómenos
sobrenaturales sean simplemente una alucina…
Corté indignado. Después llamé al tío Norberto
y le expliqué lo que estaba a punto de hacer. Me dijo que iría para allá de
inmediato, que lo esperara. Pero yo lo había llamado solo para informarlo en
caso de que no volviera a salir… no podía esperar todo el tiempo del viaje de
tu tío.
Volví a la casa. No contaba más que con mi
propia suerte. Para colmo, la única forma de entrar en la casa era por la
puerta principal, lo que eliminaba el elemento sorpresa. Por esa razón, para
desorientar al secuestrador, decidí aparentar confianza. Quizá él creyera que
tenía algún arma o protección contra su poder.
-¡Te
exijo que liberes a todos los prisioneros inmediatamente!- grité. Mi única
respuesta fueron el silencio y la oscuridad.
De repente, mil agujas se clavaron en mi cabeza.
El dolor invadió todo mi ser. Mientras me revolvía en el suelo, pude ver al
secuestrador saliendo de las sombras. Su ojo, mirándome fijo a través de un
monóculo, perforaba los míos. El cuarto, ahora gigante a mi alrededor, se
oscureció cuando el secuestrador me tomó entre sus manos.
Me dejó suavemente dentro de una especie de
caja. Podía sentir gente a mi alrededor, y supuse que estaba junto a los otros
prisioneros. Mientras mis ojos se adaptaban a la oscuridad, pude hablar con uno
de ellos que se presentó como su líder.
-
Todos los días nos disfrazamos y luchamos para entretenerlo. El resto del
tiempo, somos libres de hacer lo que queramos dentro de la caja. Vas a ver que
no es tan malo, mientras no hagas enojar al Amo.
-
¡Tenemos que escapar!- respondí casi en un grito.- Seguramente alguien afuera
nos puede volver a la normalidad. Pero hay que salir de acá.
Los prisioneros parecieron inquietarse ante
mis palabras. Algunos directamente gritaban cosas en mi contra. El líder volvió
a hablarme.
- Tranquilizate,
con esa actitud no vas a llegar a nada. Todos nos sentimos así al principio. El
Amo es demasiado grande y fuerte para ser derrotado. Las únicas armas que
tenemos son las que él mismo nos da para luchar entre nosotros. Y nos vigila
constantemente. Vive para nosotros. Y cuando quiere, es generoso con los que
juegan para él.
No podía ser cierto. Los prisioneros defendían
a su secuestrador. Aunque yo sabía que ellos no estaban del todo derrotados:
unas horas atrás habían intervenido a mi favor.
Esperé a que todos se durmieran. No sé cuantas
horas pasaron, pero fueron muchas. Recorrí el lugar buscando una abertura. Si
no recordaba mal, la caja era una especie de teatro en miniatura.
-
Así que querés salir- la enorme voz del secuestrador hizo vibrar todo a mi alrededor.
Yo no había notado que la caja no tenía techo, que estaba siendo observado. Me
levantó por los aires y me dejó sobre una mesa. A mi alrededor, pude ver
cientos de cajas como la que me había contenido, apiladas por doquier. ¿Cuántos
prisioneros tendría?
Una campanada sonó a lo lejos. El secuestrador
se fue a recibir al nuevo visitante. Grité con todas mis fuerzas, deseando que mi
voz llegue a todas las cajas.
-
¡El Amo está distraído! ¡Es nuestra oportunidad! ¡Hay una nave esperándonos!
Nada sucedió. No tenía manera de saber,
tampoco, qué sucedía en el otro cuarto. Momentos después una caja, una sola
entre todas las que había, comenzó a agitarse. Se abrió, y cientos de
personitas salieron corriendo.
Después otra, y otra, hasta que una a una
todas las cajas se agitaron para luego ser rotas desde adentro.
Corrimos muchísimo, más de lo que pensé que
iba a correr jamás. Cada pequeño escalón o imperfección en el suelo, era para
nosotros un enorme obstáculo. Pero llegamos a donde estaba el tío Norberto. Y
llegamos en el momento justo: él y dos amigos nuestros de la luna se debatían
en el suelo mientras sus cuerpos se encogían. Pero la ola de prisioneros fue
demasiado para el secuestrador. Algunos pocos lo atacaban, aunque era imposible
que le hicieran daño. Lo que lo desesperaba realmente era ver derrumbado el
mundo que había creado para su diversión.
El secuestrador se tiró al suelo, intentando
levantarnos a todos. Fue su perdición. Las personitas se lanzaron en su contra
y atacaron sus ojos, sin los cuales no podía hacer más daño.
Ciego
y derrotado, no nos distrajimos más tiempo con él. Norberto y los otros nos
ayudaron a llegar a la nave llevándonos a todos en una camilla. Y así
derrotamos al Amo, dejándolo solo y sin poder.”
-Te falta contar algo… ¿no?- dijo Hernán con
una sonrisa.
- Sí, claro. Pero es menos impresionante. A
medida que pasaron los minutos y nos alejamos en la nave, fuimos volviendo a
nuestro tamaño natural. Fue un proceso lento, que en mi caso duró más de un
año. Es más, ¿no me notás un milímetro más alto que ayer?
Este cuento es continuación de este otro: http://sueñosfuturos.blogspot.com.ar/2014/01/la-casa-del-desierto.html
ResponderEliminarBueno, un milímetro puede parecer muy poco, pero también te puede salvar la vida...
ResponderEliminarSaludos
J.