Júpiter Tango
-Recuerdo un trabajo muy raro que
me había tocado hacer hace bastante. Estaba en Europa, una de las lunes de
Júpiter, descansado en un bar luego de haber entregado un pedido, cuando una
mujer entró al lugar apurada y se dirigió directo al baño sin decir demasiado.
Ella pasó desapercibida para la mayoría de los que estaban ahí, pero no para
mí. Era joven, atlética y al mismo tiempo muy sofisticada, de veintitantos,
tenía el pelo negro con tintes violetas y vestía un short amarillo que hacía juego
con su camisa sin mangas. Después de unos minutos, salió del baño y se sentó en
la barra. Habló en voz baja con el dueño del lugar, luego este se acercó a mí y
me dijo que la señorita estaba buscando alguien que tuviese una nave de carga
rápida, dispuesto a hacer una entrega inmediata.
Me acerqué para hablarle y noté que a pesar de
ocultarlo muy bien, estaba aterrada y sola. Su nombre era Faye. Debía entregar
un paquete urgentemente a Ganímedes, la luna vecina, pero su nave se había
descompuesto y no podía esperar a que terminen las reparaciones. Antes de que
pudiera decirle que acababa de terminar un viaje y necesitaba descansar,
ofreció pagarme una suma gigantesca: casi cinco veces más de lo que un viaje
así costaría en un servicio de primera clase. Acepté con cierto reparo, pero no
fue por el dinero, sino porque se notaba que era una chica en apuros y no podía
dejarla ir sin ayuda. Lo que debía transportar eran unos contenedores, uno
bastante grande y tres más pequeños.
Al poco tiempo de despegar, cuando
estábamos saliendo de la órbita de Europa escuché un ruido en el compartimiento
de carga y eso fue lo último que recuerdo antes de perder la conciencia. No sé
por cuento tiempo estuve desmayado, pero recuerdo haberme despertado con un
dolor terrible de cabeza, como si me hubiesen disparado con el neuroparalizador
mas poderoso del universo. Estaba atado de pies y manos en el compartimiento de
carga de mi nave. A mi lado, también atada e inconciente, estaba Faye. Poco
tiempo después se abrió la puerta del compartimiento y apareció una figura
humanoide. Parecía un Czarniano bastante corpulento, lo cual resultaba extraño
porque los Czarnianos, hasta donde yo tenía entendido, se habían extinguido
desde hacía bastante tiempo. Casi al mismo momento que nuestro captor abrió la
puerta Faye recuperó la conciencia, justo para ver al Czarniano acercársenos
amenazante. En ese mismo momento de uno de los contenedores que habíamos
cargado antes salió una niña de once años y, a sus espaldas, sin que el
Czarniano se enterase, le disparó con un pulso onírico. El Czarniano cayó
dormido inmediatamente y la niña saltó de la caja donde estaba escondida,
mientras cantaba y bailaba alegre por su victoria. Para el fastidio de Faye me
liberó primero a mí y se presentó como Edward. De otra caja sacaron un pequeño
perro regordete que la acompañaba.
Faye estaba molesta. Edward
quería una parte del botín: ellas eran cazadoras de recompensas y el Czarniano
tenía un precio para la policía de Ganímedes. Como Edward la había ayudado
debían compartir el dinero.
Poco antes de llegar a nuestro
destino se nos acercó una nave carguero de la cual despegó una roja mas pequeña
armada con un gran cañón delantero. Antes de que pudiese reaccionar Faye,
Edward, el perrito, y el Czarniano dormido, estaban a bordo del módulo de
escape de mi nave rumbo al carguero y yo estaba solo, con varias cajas vacías y
sin mi pago.-
-Y esa fue la última vez que
acepté trabajar para damiselas en apuros sin cobrar una seña por adelantado...-
No hay caso, en todo tiempo y lugar, siempre iguales...
ResponderEliminarSaludos
J.