-¿Papá,
por que pasan las cosas?
-Es difícil
saberlo hijo, no lo sé, hay muchas teorías. Muchas escuelas científicas que se
contradicen entre si.
-¿Y
vos que crees?
"La
verdad que no se cómo se llama, pero cuando estaba en la escuela, una tarde
volviendo de clase vi un edificio muy antiguo al que nunca le había prestado
atención. Parecía una antigua biblioteca y estaba clausurado por peligro de derrumbe
desde hacía muchísimo tiempo. Era en realidad un edificio histórico de la antigua
civilización terrestre, de esos que ya ni a los arqueólogos les interesa y a
los que nadie presta atención. A mi tampoco me había llamado la atención, pero esa
tarde pude escuchar, proviniendo de su interior, una melodía muy suave y
lejana.
Sorteando
los escombros de la entrada pude ingresar al edificio y, guiado por la música,
fui adentrándome por su laberíntico interior. A medida que avanzaba podía
escuchar cómo aumentaba el volumen de la música. Casi completamente a oscuras,
llegué hasta lo que parecía una desvencijada puerta de madera, corroída por los
años. Por entre las rendijas se filtraba una tenue y sutil luz que parpadeaba
cada tanto. Me acerqué a espiar por entre las maderas y apenas pude ver un
bulto moviéndose en la lejanía. Parecía atareado y no me notó, o eso creí, así
que de a poco abrí la puerta, despacio para no hacer ruido, y me deslicé dentro.
Sin embargo, ni bien terminé de entrar en la habitación, la música dejó de
sonar y en ese momento preciso el mundo se detuvo.
Estaba
de espaldas sentado frente a un piano con una partitura delante suyo. Parecía
un robot de algún tipo que no conocía. Era difícil determinar dónde terminaba
el autómata y dónde comenzaba el instrumento musical. La figura miró por sobre su
hombro y luego volvió la vista al instrumento y la música prosiguió. Era una
melodía hipnotizante, que me transportó por los más diversos recuerdos de mi
vida. Era fuerte como un tornado jupiteriano, pero al mismo tiempo sutil como
los pétalos de una orquídea pleyadiana. La música representaba los amaneceres
en Neptuno y los atardeceres en Mercurio, era el motor mismo del Universo lo
que podía escuchar saliendo de ese extraño órgano.
Sin
siquiera darse vuelta el autómata me habló con una voz oxidada:
-¿Sería usted tan amable de hacerme un favor,
desconocido visitante? Estoy necesitando un poco de lubricante para suavizar el
pedal izquierdo, de lo contrario próximamente las lunas de Saturno dejarán de
girar y eso sería un problema muy serio para los habitantes de Titán, el mayor
de sus satélites. Se encuentra ahí cerca, en la tercera gaveta del mueble al
otro extremo del salón.
Sin comprender demasiado lo que me estaba
diciendo encontré un frasco cargado de aceite y un aplicador. Siguiendo sus
indicaciones le apliqué el aceite a uno de los engranajes de su robótica
pierna, y a partir de ese momento comenzó a moverse un poco más armoniosamente
respecto de las otras extremidades.
–Ah, muchas gracias, joven, mucho mejor. Claro
que este favor no pasará desapercibido. No hace falta que me diga su nombre ni
a qué escuela asiste, le aseguro que su visita a este lugar no ha sido fortuita
ni pasará desapercibida para el gran esquema de las cosas.
No
lograba comprender demasiado las cosas que ese autómata estaba diciéndome, así
que solamente me limité a asentir cada vez que parecía haber concluido una
idea. Francamente, la melodía que tocaba era demasiado maravillosa como para poder
prestarle atención a cualquier otra cosa.
Luego
de un tiempo, se dio vuelta para hablarme.
-Hasta aquí llega nuestro encuentro joven, mis
engranajes están muy fatigados ya como para seguir tocando esta música, va
llegándome la hora de crear un reemplazo en algún otro lugar del cosmos. Espero
que le vaya bien en su vida, que sea feliz y que tome las decisiones que considere
siempre acertada
s, ya que uno toca la sinfonía del Universo, pero el libre albedrío
es algo intocable. Debo regresar pronto a mis obligaciones, las melodías
repetidas funcionan solo durante poco tiempo. Hasta luego, ha sido un gusto verle
jovencito, ha llegado la hora de irse.-
Y en el momento en que volvió a conectarse al
instrumento musical, el edificio comenzó a estremecerse desde sus cimientos.
Tuve que correr escapando para no quedar atrapado entre los escombros y salí en
el momento exacto en que el edifico colapsó, destruyendo todo lo que había
dentro.
Cosas
muy extrañas ocurrieron en los días siguientes: el Sol se apagó por cuarta vez
en la historia moderna, hubieron perturbaciones en las órbitas de los cuerpos
celestes y en los ritmos circadianos de la biología. Pero poco después todo
volvió a la normalidad como si nada hubiese pasado. Incluso la mayoría de la
gente parece haberse olvidado de esos días de reajuste en las reglas de la
naturaleza. La canción parecía ser la misma, pero el intérprete era otro.
Como el robot había dicho: “el libre albedrío es intocable”. En eso
creo."
¿Por qué pasan las cosas? Esa si que es una pregunta filosófica...
ResponderEliminarSaludos
J.
A veces los chicos se zarpan con las cosas que preguntan...
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