- Pa,
hoy en la escuela me hablaron de los Desconocedores. ¿O no que no existen?
- ¡Claro que existen! Mirá… vos estás
acostumbrado a nuestra tecnología, y al hecho de que hay cientos de razas
inteligentes desperdigadas en distintos puntos del universo. Pero imaginate que
lo único que conocés es tu planeta, o ni siquiera eso… una porción de tu planeta.
Que no tenés manera de viajar al espacio ni de ver hacia las estrellas más que
con tu propia vista…
“Brod-Erck,
el brujo, lanzó las hierbas a las llamas que las consumieron en un único e
intenso abrazo. Luego, lanzando sus brazos al cielo, entonó el cántico
ancestral. Como cada noche, el brujo cantaba para despertar a la gran ballena
Güel, en cuya mente estaba el universo. Pues el universo era solo una idea en la cabeza de Güel, y sin ella el mundo y las estrellas se ahogarían en
el Mar de Luz y Nada.
El brujo contempló con alegría como la gran
ballena abría primero un ojo, y luego el otro: los dos soles amanecieron en
Ingüel. Brod-Erck estaba por irse satisfecho, cuando
un tercer sol se encendió en el firmamento. Pequeño, primero, fue creciendo rápidamente
al tiempo que se acercaba hacia el suelo con el estruendo de mil tormentas.
Mientras el astro bajaba a tierra, Brod-Erck se
escondió detrás de una roca. Con sorpresa vio como el pequeño sol se apagaba
hasta volverse del color de las rocas, y un pequeño dios descendía de su
interior. Si era un enviado de Güel, se acercaban o bien tiempos de grandes
guerras, o de gran paz. Él se encargaría de dejarle una señal, no debía ser
importunado.
El dios se acercó hacia el fuego. Bord-Erck
lamentó no haber sido lo suficientemente rápido como para apagarlo y tomar
todas sus cosas. Ya no era joven y ágil como en sus años de aprendiz, aunque
todavía tenía el vigor suficiente para subir cada día al punto más elevado del monte a
buscar sus hierbas y hongos. El dios tomó su bolso y lo revolvió. Tomó algunas de sus provisiones y
gritó algo ininteligible. Después les apuntó con una luz mágica, sonrió, las
cocinó en el fuego sagrado, y se las comió. Brod-Erck se preguntó si dentro de
cada punto de luz en el cielo habría un dios hambriento.
La deidad se levantó, con apariencia
satisfecha, y gritó de nuevo unas palabras. Parecía dirigirse a Brod-Erck, y
éste estuvo seguro que así lo era. El dios tomó un cuchillo y se hizo un
pequeño tajo en el brazo. Después, apuntó a la pequeña línea roja con un
artefacto de luz similar al que había usado antes, hasta que la piel sanó. Dejó
el artefacto en el suelo, subió a su nave, y despegó.
Cuando el nuevo sol tomó otra vez su lugar en
los cielos, Brod-Erck se acercó al artefacto y lo tomó. El dios le había
obsequiado a su pueblo magia sanadora. Sin dudas venían tiempos de paz.”
- ¿Y le dejaste el Cicatrizador de tu nave?
- Creí que debía dejarle algo a cambio de la
comida, y sin dudas nuestro dinero no iba a servirle de nada. Lo curioso es
que, hasta que no están listos, cualquier visita que hagas u objeto que le
dejes a un Desconocedor, va a ser tomado como magia, o a incorporarse de alguna
forma a sus leyendas. El conocimiento lleva un largo camino, en el que no hay
atajos.
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