-¡Ahhgghhhhhh!!!!!!-
Hernán
se despertó en el medio de la noche gritando, estaba agitado y bañado en sudor
frío. Rodrigo entró a la habitación corriendo, alertado por los gritos de su
hijo. Lo abrazó para tranquilizarlo. Había tenido una pesadilla.
Entre sollozos Hernán dijo que en su sueño se
encontraba frente a una figura enorme. Parecía ser una humana, pero muy
extraña, con rasgos tan horribles como majestuosos. Estaba atrapada en un
símbolo religioso de la antigüedad, de proporciones tan grandes como las de la
criatura. A pesar de estar con vida no luchaba por escapar, simplemente
esperaba. Esperaba a que apareciese el ángel vengador que cumpliría su destino
y la humanidad dejara de existir. Luego, Hernán vio un resplandor y cuando todo
a su alrededor comenzó a desaparecer devorado por el fuego sagrado, despertó.
-No
te preocupes, hijo. Ya pasó. Fue un mal sueño- dijo Rodrigo en tono calmo. Hernán
asentía entre lágrimas aferrándose a su padre como a un bote salvavidas en el
medio del océano neptuniano.
-Tengo miedo- dijo Hernán –de que sea
Nyaghhathogga que volvió desde el centro del universo a buscarte por haberte
escapado hace años- alcanzó a decir mientras se limpiaba las lágrimas del
rostro.
Una
leve sonrisa de culpabilidad se asomó al rostro de Rodrigo, que volvió a
recordarse a sí mismo no volver a contarle historias de terror a su hijo.
–No
tengas miedo, Nyaghhathogga no tiene nada que ver con tu sueño. Ese ser volvió a
su lugar de origen hace mucho. Mi expedición no fue más que un suspiro en su
larga vida. Lo que tuviste vos fue un sueño muy especial, no tuvo nada que ver
con esa otra historia. Fue en realidad una parte del inconciente colectivo, que
debe haberse escapado de la bóveda de los recuerdos, cerca de Plutón. Escuché
hace un tiempo que le tenían que hacer unos arreglos al mecanismo de
refrigeración, y a lo mejor se les escapó un fragmento de recuerdo ajeno. Es
más, por lo que decís se parece a una leyenda terrícola que me contaron hace
mucho. Transcurre en la tierra, pero hace muchísimo tiempo, antes de que
existiesen los viajes interplanetarios incluso.
Decía la leyenda que si un ángel se juntaba
con esa figura que vos viste, tendría lugar el juicio final, el fin del mundo. Por
eso un grupo de héroes hacía todo lo posible para evitarlo.
–A há.- Alcanzó a decir Hernán, ya más
tranquilo, mirando a su padre.
– ¡Mirá como pensaban los terrícolas de la
antigüedad! Como no conocían certeramente la vida fuera del planeta tierra, se
creían el centro del Universo. ¡El Apocalipsis consistía en destruir solo al
planeta tierra! Que gracioso, ¿no? Ahora, si se destruye un planeta, si bien
sería algo terrible, hay muchísimos planetas para habitar, y la tecnología para
revertir casi cualquier catástrofe. Pero en esa época no, y si Dios destruía el
planeta, ya está, se terminó la vida. Había un término para definir esa forma
de pensar: egocentrismo. Los humanos se creían los mas importantes, no solo
dentro de su planeta con las otras especies que lo habitaban, ¡sino de todo el
cosmos!
Si
bien seguía agitado por el mal sueño, Hernán rió un poco al escuchar las
últimas palabras que había dicho su padre. Costaba creer que los humanos hubiesen
recorrido un camino tan extenso.
-¿Y que sintieron los terrícolas cuando se
dieron cuenta de que no eran los mas importantes del Universo?- remató Hernán.
–Uff,
esa es otra historia, hijo… una bastante complicada.-
El día que nos lleguemos a enterar de eso va a ser un golpe muy duro para el ego de unos cuentas...
ResponderEliminarSaludos
J.